Salmo 89

¿Qué está pasando?

En el Salmo 89, el salmista Ethan celebra primero las promesas de Dios a Israel y a su rey, y luego se lamenta cuando esas promesas parecen no cumplirse.

Ethan celebra que la fidelidad y el amor de Dios son tan sólidos y duraderos como el cielo (Salmo 89:1-2). Y recuerda cómo Dios le prometió a David una dinastía tan eterna y duradera como su fidelidad (2 Samuel 7:11-16; Salmo 89:3-4). Pero no es solo Etán quien adora a Dios por su fidelidad y majestad; todos los ángeles del cielo también lo hacen (Salmo 89:5-8). Dios reina en el cielo y en la tierra; su brazo se extiende en todas direcciones y abarca montañas y valles (Salmo 89:11-13). Él calma las olas tempestuosas, vence a sus serpientes y gobierna para siempre a su pueblo, que lo ama y adora (Salmo 89:9-10, 14-17). Y este Dios majestuoso y fiel ha prometido que la dinastía de David gobernará para siempre (Salmo 89:19-29).

Luego, Ethan hace una pausa para relatar la advertencia dada a los descendientes de David. Dios dijo que si no seguían sus leyes, serían castigados severamente (Salmo 89:30-32). Pero Dios también dijo que, aunque los descendientes de David no fueran obedientes, la promesa que Dios le hizo a David seguiría siendo tan firme como el sol y la luna en el cielo (Salmo 89:35-37). A pesar de la desobediencia, la dinastía de David reinaría para siempre.

Pero esta promesa parece estar incumplida ahora. Con ira, Dios ha rechazado al hijo de David que actualmente está en el poder (Salmo 89:38). Etán tiene el corazón roto al recordar la humillación que ha reducido las ciudades del rey a escombros y su corona a polvo (Salmo 89:39-40). Los enemigos ahora triunfan sobre él, ya que Dios ya no lo apoya en la batalla (Salmo 89:42-43). En lugar de un reinado eterno, sus días se acortan. En lugar de estar envuelto en esplendor, el rey lleva una túnica llena de vergüenza (Salmo 89:44-45). Ethan le pregunta a Dios cuánto durará su ira (Salmo 89:46). Paralizado por la brevedad de su propia vida y por el horror que ha caído sobre el rey elegido por Dios, le ruega a Dios que recuerde una vez más sus promesas y su fidelidad (Salmo 89:47-52).

¿Dónde está el Evangelio?

Ethan pensó que la muerte de su rey era una prueba de la infidelidad de Dios, pero en realidad era una imagen de la fidelidad de Dios y de hasta qué punto llegará para salvar a su pueblo. El rey de Ethan no fue el único hijo de David que fue rechazado. El hijo de David, Jesús, también fue sometido por sus enemigos en respuesta a la desobediencia de su pueblo. Fue arrestado y entregado para que lo golpearan, humillaran y ejecutaran (Juan 19:16). Pero Dios no estaba incumpliendo sus promesas, sino asegurando una manera de cumplirlas para siempre.

Lo que Ethan no entendió fue que la muerte del hijo de David era necesaria. Si Dios quería cumplir sus promesas para siempre, la desobediencia de su pueblo debía abordarse de manera permanente (Hebreos 10:1-18). Esta es la razón por la que Jesús murió. Como un buen rey, asumió la responsabilidad por los pecados de su pueblo para que esos pecados nunca más los perjudicaran y las promesas eternas de Dios finalmente se hicieran realidad. Ethan pensó que la muerte de su rey era una prueba de la infidelidad de Dios, pero sabemos que la muerte de Jesús es en realidad una imagen de la costosa fidelidad de Dios y de hasta qué punto llegará para salvarnos (Efesios 5:25).

Sabemos que Dios nos será fiel porque Dios resucitó a Jesús de entre los muertos. Ethan esperaba que la dinastía de David gobernara para siempre, y Jesús, el hijo de David, ahora está sentado a la diestra de Dios eternamente (Efesios 1:20). Todo lo que Dios prometió se está haciendo realidad, y la muerte y resurrección de Jesús nos lo demuestran.

Compruébelo usted mismo

Rezo para que el Espíritu Santo abra tus ojos para ver al Dios que cumple su promesa a su rey elegido. Y que veas a Jesús como el hijo victorioso de David que murió para establecer su Reino eterno.