Salmo 63

¿Qué está pasando?

Los enemigos quieren destruir la vida y la reputación de David. Difunden rumores sobre él y atentan contra su vida. David se ve obligado a esconderse en el árido desierto de Judá. Aunque David sufre de falta de agua y protección, utiliza estas necesidades para reflexionar sobre su necesidad más desesperada de Dios. Su cuerpo jadea por falta de agua, pero sus ojos escudriñan el desierto en busca de alguna señal de su Señor (Salmo 63:1). Sabe que Dios puede saciar su sed mejor que cualquier manantial.

En su anhelo, recuerda los momentos en que vio la gloria y el poder de Dios (Salmo 63:2). Vio a Dios luchar por él en la batalla. Y experimentó la bendición y la presencia de Dios cuando el arca de Dios estuvo estacionada en su ciudad (2 Samuel 5:24, 6:13-14).

Los pensamientos de Dios llenan la mente de David incluso a altas horas de la noche (Salmo 63:6). Para él, Dios no solo es un protector fuerte, sino también un amante hermoso. El amor de Dios es mejor que la vida (Salmo 63:3). Dios puede satisfacerlo con su presencia como el anfitrión de una boda deleita a sus invitados con una rica comida. David confía en que pasará toda su vida alabando la generosa hospitalidad del Dios que lo satisface tan plenamente (Salmo 63:4-5).

A pesar de sus circunstancias, David no se preocupa por la autoconservación. Dios siempre lo ha ayudado cuando lo ha necesitado. Y confía en que Dios seguirá protegiéndolo del calor del desierto y escondiéndolo de los ojos de sus enemigos (Salmo 63:7-8).

A pesar de que es un bandido perseguido y vilipendiado, David se aferra a la promesa de Dios de que, un día, será rey (1 Samuel 23:17). Sabe que Dios no permitirá que el rey que ha elegido sea exiliado para siempre. Sabe que Dios pronto silenciará las mentiras que le lanzan sus enemigos. Dios destruirá a sus enemigos (Salmo 63:9). Dios usará su espada y entregará los cuerpos de sus conspiradores a los chacales (Salmo 63:10-11).

¿Dónde está el Evangelio?

Jesús es el último rey prometido por Dios. Pero al igual que David, también experimentó la sed del desierto mientras su reputación era vilipendiada sin motivo alguno. Sus enemigos lo persiguieron y lo despreciaron hasta su muerte. Pero tal como esperaba David, el poder y el amor de Dios lo elevaron y lo devolvieron a su trono (Efesios 1:18-20). El amor de Dios es más fuerte que la muerte. Y Jesús es mejor que la vida porque ahora ofrece protección y satisfacción eternas a su pueblo, sin importar su reputación (Juan 17:3).

Jesús también es agua fría para aquellos que se sienten abandonados y marginados. Una vez, Jesús consoló a una mujer cuya sed era un símbolo de su necesidad de Dios. Durante generaciones, ella y su pueblo habían explorado el desierto en busca de señales de la venida de Dios (Juan 4:20, 25). Sabía que su mayor necesidad era la presencia de Dios, y Jesús vino a suplirla. Le ofreció agua para saciar su deseo más profundo: ver la gloria y el hermoso amor de Dios por ella, una marginada (Juan 4:7). La presencia de Jesús sació su sed mejor que cualquier manantial.

Jesús es un fuerte protector para los marginados y los forajidos. La espada de Jesús cubrirá los cuerpos de nuestros enemigos (Apocalipsis 19:21). Silenciará el engaño de los mentirosos (Apocalipsis 20:2-3). Y dará vida a su pueblo después de la muerte. Jesús también es agua viva y amorosa para los necesitados. Como imaginó David, Jesús pronto nos recibirá en su banquete de bodas y nos satisfará con las porciones más ricas de su amor (Apocalipsis 19:9).

Compruébelo usted mismo

Rezo para que el Espíritu Santo abra tus ojos para ver al Dios cuyo amor es mejor que la vida. Y que veas a Jesús como el que satisface a todos los que vienen a él para siempre.