Salmo 77

¿Qué está pasando?

El salmista clama a Dios por ayuda (Salmo 77:1). Pero no importa cuánto ore durante la noche, no se siente mejor (Salmo 77:2). Recuerda cómo Dios salvó a Israel en su antiguo pasado (Salmo 77:3-5). Pero ya nada de eso sucede. Despierto en la oscuridad, el salmista está obsesionado por la idea de que Dios lo ha abandonado (Salmo 77:6-7). Cuanto más espera que Dios lo rescate, más se siente tentado a preguntarse si Dios aparecerá alguna vez. Tal vez Dios haya olvidado su amor, misericordia y compasión anteriores (Salmo 77:8-9). Tal vez Dios esté enojado con él. Tal vez Dios ha decidido romper todas las promesas que ha hecho.

Pero luego el salmista recuerda cómo Dios salvó a Israel de Egipto (Salmo 77:11, 15). Dios hizo milagros después de 400 años de silencio (Salmo 77:13-14). Sacó al pueblo de Dios de la esclavitud con señales y plagas (Salmo 77:15). Cuando el faraón liberó a su ejército para luchar contra el rescate de Dios, Dios se levantó como un pastor todopoderoso. Dirigió a su rebaño, dividió un mar y creó tierra seca a partir del fondo del océano (Salmo 77:16-20).

El salmista se da cuenta de que lo que Dios ha hecho, lo volverá a hacer. Al recordar los actos de Dios en la historia, el salmista se recuerda a sí mismo que, aunque su situación parezca difícil, su Dios nunca deja a su pueblo sin guía y protección (Salmo 77:13).

¿Dónde está el Evangelio?

El salmista se preguntó si las promesas de Dios habían fallado (Salmo 77:8). Su experiencia actual no coincidía con lo que había oído que Dios había hecho por los demás. Pero el salmista decidió no dejar que el silencio de Dios fuera su última palabra para él. En cambio, el salmista recordó lo que Dios hizo en el pasado como la mejor indicación de los planes de Dios para su futuro.

Cuando Jesús estaba muriendo en la cruz, citó un salmo similar a este y preguntó por qué Dios lo había abandonado (Mateo 27:46, Salmo 22:1). Pero a diferencia del salmista que vivió, Jesús murió. Justo cuando toda esperanza parecía perdida, Jesús se levantó de su tumba después de tres largos días de silencio divino. Al igual que Dios lo fue para Israel, Jesús se levantó para convertirse en un pastor todopoderoso. Jesús ha abierto la muerte. Convierte las tumbas en tierra seca. Y Jesús lleva a los moribundos desde el fondo de sus ataúdes a una vida nueva y eterna.

Esta es la última palabra de Dios a su pueblo. No hay sufrimiento ni silencio, poder o dolor que pueda separarnos del poder salvador y del amor de resurrección de Dios (Romanos 8:38-39). Así que, al igual que el salmista, siempre podemos recordar que el amor de Dios se mide por su cruz y su poder se mide por su resurrección. El silencio actual de Dios no es la última palabra de Dios para nosotros; Jesús sí lo es.

Compruébelo usted mismo

Rezo para que el Espíritu Santo abra tus ojos para ver al Dios que salva. Y que veas a Jesús como quien es la última palabra de Dios para nosotros.