Salmo 88

¿Qué está pasando?

A Dios se le llama un Dios que salva, pero no salva al salmista (Salmo 88:1). En cambio, Dios lo lleva al punto de la muerte y prácticamente lo ahoga en la depresión. Día y noche, el salmista clama a Dios y le pide que escuche su oración (Salmo 88:2). Su canción no menciona el pecado interno ni el enemigo externo. No confiesa su culpabilidad, se declara inocente ni pide que lo rescaten. El salmista simplemente está solo con sus pensamientos en la oscuridad.

Se siente como un soldado herido de muerte arrojado entre los cadáveres de una fosa común. Lo dejan morir, sin fuerzas, sin compasión y en el olvido (Salmo 88:3-5). Es como si Dios lo hubiera enterrado bajo olas pesadas de las que no puede salir nadando (Salmo 88:6-7). Como un leproso, es repulsivo para sus amigos y está en cuarentena sin esperanza de que se recupere de su dolor y tristeza (Salmo 88:8-9).

En agonía, el salmista clama a Dios. Le recuerda que no hay alabanza a Dios entre los muertos. Los difuntos no lo adoran (Salmo 88:10). Los muertos no pueden recordar las maravillas de Dios, los difuntos no pueden apreciar el amor. Los condenados no pueden hablar de la fidelidad de Dios ni recordar sus milagros (Salmo 88:11-12). Si Dios quiere que el salmista lo alabe, debe rescatarlo antes de morir.

Pero Dios mantiene su rostro oculto y retiene su rescate (Salmo 88:13-14). Esto no es nada nuevo. La infancia del salmista estuvo llena de un abandono similar (Salmo 88:15). Pero ahora estos sufrimientos acumulados lo abruman y se siente ahogado en la desesperación (Salmo 88:16-17). Sus seres queridos lo han dejado solo y muerto. Abandonado por todos los demás, el único que escucha es la creciente oscuridad (Salmo 88:18).

¿Dónde está el Evangelio?

La depresión, el dolor crónico, las enfermedades y el duelo ahogan a las personas durante años. Para otros, la nube de dolor eclipsa toda su vida. Si Dios te ha sumergido en una tumba de desesperación y te ha inundado de terrores, escucha esto: Dios te ha puesto al lado de su amado Hijo. Si estás sufriendo una muerte viviente, debes saber esto: Jesús sufrió y murió contigo. No tenía signos vitales cuando lo sacaron de su instrumento de tortura. Lo pusieron en la tumba sin una oración. Jesús ocupó su lugar entre los difuntos. Las olas de Dios lo envolvieron. La luz del mundo se ahogó en la oscuridad. El Dios que salva, no salvó a Jesús (Mateo 27:43, 50). Eso significa que cuando te sientes abandonado, Jesús siempre llora contigo.

Pero Jesús no es solo otro hombre. Es Dios encarnado. Y si Dios mismo ha sufrido y muerto, nuestro sufrimiento no es producto de la indiferencia de Dios. Tu sufrimiento no significa que Dios te esté ignorando o enfadado contigo. Tu sufrimiento, por grande que sea, no significa que Dios te haya abandonado más de lo que significa que Dios se abandonó a sí mismo. Aunque puedas morir, estás en compañía de Dios en Jesús. Puedes estar seguro de que Dios ve tu sufrimiento, conoce tu dolor y no te ha dejado en la oscuridad.

Compruébelo usted mismo

Rezo para que el Espíritu Santo abra tus ojos para ver al Dios que conoce las tinieblas. Y que veas a Jesús como el que sufrió y murió solo, para que pueda estar presente contigo en tu sufrimiento.