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Su garganta es una tumba abierta
En el Salmo 5 vemos que cuando Jesús murió, se derribó la barrera que nos separaba de la presencia de Dios. Todos podemos ser rescatados de nuestros enemigos si nos refugiamos en Jesús.
¿Qué está pasando?
A lo largo de la canción, David se imagina a sí mismo entrando en la presencia de Dios en el tabernáculo. Por la mañana prepara un sacrificio (Salmo 5:3). Luego entra en el tabernáculo y se inclina ante Dios (Salmo 5:7). Finalmente, David dice que todos los que se refugien en Dios estarán rodeados por su presencia tal como las paredes del tabernáculo rodeaban a David (Salmo 5:12).
David quiere que otros experimenten con él el gozo y la alegría que conlleva estar cerca de la presencia de Dios (Salmo 5:11). Esta experiencia es solo para aquellos que, como David, acuden a Dios con reverencia y temor. No se les permite acercarse a Dios porque se lo merecen, sino por el gran amor de Dios por ellos (Salmo 5:7 a).
Pero David habla de manera diferente acerca de los malvados en este salmo. No se inclinan con humildad ante Dios. En cambio, tratan de estar orgullosos en su presencia (Salmo 5:5). No usan sus labios para honrar a Dios, sino que mienten y defraudan a los demás (Salmo 5:6). Así que, en lugar de recibir el amor de Dios, David dice que reciben su odio (Salmo 5:5 b). En lugar de que se les permita estar cerca de Dios, son excluidos de su presencia (Salmo 5:10).
La experiencia de los malvados con la presencia de Dios es exactamente lo opuesto a la de los justos. Los justos son traídos. Los malvados son expulsados.
¿Dónde está el Evangelio?
Jesús recoge este lenguaje e imágenes en varias de sus parábolas (Mateo 7:23). Varias veces, Jesús dice que quienes no estén en su presencia serán arrojados a las tinieblas exteriores, donde habrá «llanto y crujir de dientes» (Mateo 8:12; véanse también 13:42, 22:13, 24:51, 25:30; Lucas 13:28).
Jesús se equipara a sí mismo con la presencia que David anhelaba en nuestro salmo (Mateo 11:27). Estar con Jesús es estar con la presencia de Dios (Juan 14:9). El castigo máximo por la maldad es separarse de Jesús (2 Tesalonicenses 1:9).
Cuando leemos estos pasajes, podemos preguntarnos si seremos traídos o expulsados de la presencia de Jesús. Después de todo, hemos sido orgullosos, hemos dicho mentiras y somos culpables, como las personas malvadas que David describe en el Salmo 5. Sin embargo, aunque todos merecemos ser expulsados de la presencia de Jesús, en cambio, somos llevados a ella.
Esto se debe a que Jesús pasó por un viaje similar a la presencia de Dios que David describe en el salmo. David ofreció un sacrificio de animales para poder entrar en el tabernáculo por sí mismo. Jesús ofreció el sacrificio de su propio cuerpo para que otros pudieran entrar en la presencia de Dios (Hebreos 10:19). David se inclinó con humildad ante Dios. Jesús se inclinó más abajo, con una humildad más profunda, ante la boca de la tumba (Filipenses 2:8).
Y cuando Jesús murió, se derribó la barrera que separaba la presencia de Dios en el tabernáculo del resto del mundo (Mateo 27:51). Ahora, todos los que se refugian en Jesús pueden acercarse a su presencia y cantar con alegría (Salmo 5:11).
Compruébelo usted mismo
Rezo para que el Espíritu Santo les dé ojos para ver al Dios cuya presencia brinda alegría y protección a quienes se acercan con reverencia. Y que veas a Jesús como el que se llevó nuestra maldad para que podamos convertirnos en el mayor bien: su presencia.