Salmo 82

¿Qué está pasando?

El compositor Asaf describe a Dios como un juez que condena a un consejo de «dioses» (Salmo 82:1). Algunos sostienen que los «dioses» que Dios juzga son los líderes humanos de Israel o de otras naciones. Esto significa que este salmo señala las formas en que los líderes del mundo no han cumplido con las normas de justicia de Dios, que exigen que rindan cuentas. Sin embargo, otros sostienen que los «dioses» que están siendo juzgados son seres espirituales en quienes Dios ha delegado responsabilidades, pero no las ha ejecutado. Según esta interpretación del Salmo 82, los seres espirituales son responsables del clima moral de las naciones, y Asaf ruega a Dios que haga justicia contra los poderes espirituales responsables de la decadencia moral y la maldad que ve a su alrededor.

Es probable que Asaf tenga en mente tanto a seres espirituales como a líderes mundiales. Quiere que Dios los juzgue a ambos. Se supone que estos «dioses» imparten justicia de manera imparcial, defienden a los huérfanos, cuidan a los oprimidos y rescatan a los débiles de quienes quieren aprovecharse de ellos (Salmo 82:2-4). Pero los dioses de este mundo no han hecho ninguna de estas cosas. En cambio, como gigantes ciegos, pisotean a otros y hacen temblar la tierra, dejando devastación a su paso (Salmo 82:5).

Dios entonces responde a la oración de Asaf y condena a los dioses. Estos llamados «hijos del Altísimo» morirán como mortales y serán sepultados en la tierra (Salmo 82:6-7). Dios promete que Asaf juzgará el mal cuando Dios haga humanos a los «dioses» y entierre a los «hijos del Altísimo» en una tumba. Al escuchar este juicio, Asaf termina su salmo pidiéndole a Dios que finalmente ocupe su lugar como verdadero soberano del mundo y juzgue a todos los dioses de todas las naciones, ya sean políticas o espirituales (Salmo 82:8).

¿Dónde está el Evangelio?

Dios le prometió a Asaf que los «hijos del Altísimo» serían juzgados por su maldad cuando los «dioses» se convirtieran en humanos y fueran sentenciados a muerte. Y esto es exactamente lo que ocurrió en Jesús. Jesús era el verdadero Hijo de Dios, el Hijo del Altísimo hecho humano (Juan 1:14). Jesús pasó su ministerio haciendo justicia, defendiendo a los huérfanos, cuidando a los oprimidos y rescatando a los débiles (Juan 10:31-32). Pero los dioses de este mundo lo odiaban y lo juzgaban por hacer lo que se suponía que debían hacer. Incluso intentaron matarlo por afirmar que era el verdadero Hijo de Dios (Juan 10:33, 39).

Y Jesús se lo permitió. Jesús, el verdadero Hijo del Altísimo, murió porque sabía que su muerte era un juicio contra todo mal, tanto humano como espiritual. La muerte de Jesús demostró que incluso los «dioses» pueden morir. La muerte de Jesús fue un juicio sobre los poderes de este mundo y una prueba de que ningún mal o injusticia es tan poderoso como para escapar al veredicto de Dios (Colosenses 2:15). La muerte del Hijo de Dios demostró que la muerte vendrá para todos los hijos de Dios malvados e injustos. Pero justo cuando Asaf oró, Jesús también se levantó de su tumba y ascendió a su trono como el verdadero soberano del mundo para juzgar a todas las naciones y dioses.

Todavía vivimos en un mundo gobernado por dioses, poderosas fuerzas de maldad humana y oscuridad espiritual. Necesitamos tener la seguridad de que llegará el día del juicio final para los poderes y sistemas sobre los que no tenemos el poder de influir o cambiar. Y esa esperanza está en Jesús, el verdadero Hijo de Dios, cuya muerte demuestra que todos los males serán juzgados con toda seguridad.

Compruébelo usted mismo

Rezo para que el Espíritu Santo abra tus ojos para ver al Dios que juzga a los dioses. Y que veas a Jesús como el Hijo de Dios que se hizo humano y murió para juzgar a todos los gobernantes y poderes malvados.