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Nadie es justo
En Romanos 2:1-3:26 vemos que la muerte de Jesús fue un sacrificio expiatorio que da a todas las personas una buena reputación con su Creador.
¿Qué está sucediendo?
Pablo acaba de decir que toda la humanidad ha rechazado a su Creador y que, como respuesta, Dios ha entregado a los humanos a la autodestrucción y a la muerte. Sin embargo, muchos judíos creían estar exentos de esta relación fracturada con Dios. Dios había entrado en una relación especial con Israel. Les dio leyes para vivir y el especial símbolo de la circuncisión para distinguirlos. Dios incluso prometió que las leyes que dio a Israel algún día se convertirían en la legislación que gobernaría al mundo entero cuando finalmente llegara su Reino. Pero Pablo dice que la relación del pueblo judío con Dios está tan fracturada como el resto de la humanidad. También declara que los judíos son igual de injustos e idólatras que el resto del mundo (Romanos 2:1-3). Es cierto que Dios les dio a los judíos una relación especial con él, pero eso no los justifica automáticamente ante Dios ni los excusa por desobedecer las leyes divinas (Romanos 2:4). Y tal como están las cosas, el pueblo judío constantemente infringe las leyes de Dios (Romanos 2:5). Dios juzga a todas las personas, no solo a los no judíos. El mero hecho de tener leyes de Dios no hace nada, particularmente cuando no se reconocen ni se obedecen (Romanos 2:6-11). El simple hecho de poseer la ley no exime a los judíos del juicio de Dios (Romanos 2:12-16).
En todo caso, la claridad y especificidad de la revelación de Dios a los judíos kis hace todavía más culpables antes Dios. Orgullosamente afirman ser los únicos que conocen las leyes de Dios para el mundo, pero son los primeros en infringirlas (Romanos 2:17-24). Ni siquiera la circuncisión, la señal definitiva de ser parte del pueblo histórico de Dios, le da ventaja alguna a los judíos sobre el resto del mundo. El simbolismo de la circuncisión pierde su poder en el momento en el que un judío infringe cualquiera de las leyes de Dios. Más bien, Pablo pregunta si a una persona no circuncidada, pero que obedece las leyes de Dios, se le podría considerar un verdadero miembro de su pueblo. Pablo insiste en que ni poseer las leyes de Dios ni la circuncisión hacen que los judíos estén más justificados que el resto del mundo ante su Creador (Romanos 2:25-29).
¿Dónde está el Evangelio?
Pablo anticipa que sus lectores judíos pueden pensar que sus palabras significan que no hay ningún valor en ser judío o estar circuncidado. Pero Pablo dice que eso no es cierto. Para empezar, Dios le dio al pueblo judío la promesa de un reino eterno a través de sus palabras y leyes (Romanos 3:1-2). A pesar de su desobediencia, Dios ha cumplido fielmente todo lo que le ha prometido a su antiguo pueblo (Romanos 3:3-8). Sí, todas las personas han rechazado a Dios y sus leyes, y están en deuda con el Creador que les dio vida (Romanos 3:9-18). Esta relación fracturada es universal, y ni siquiera el pueblo elegido de Dios, con sus leyes y señales especiales, puede entrar en el justo reino que Dios está construyendo (Romanos 3:19-20). Es por eso que Jesús vino. Vino a dar a todas las personas que confían en él justificación ante su Creador, aunado a acceso al reino eterno de justicia y rectitud de Dios (Romanos 3:21-23).
Pero quizás te preguntes lo siguiente: ¿Exactamente cómo arregla Jesús mi relación fracturada con Dios? ¿Y por qué tuvo que morir Jesús para que yo pueda estar en la justicia de Dios? Esta es precisamente la pregunta que Pablo contesta a continuación. Pablo explica que cuando Jesús murió en la cruz, murió como un "sacrificio" expiatorio (Romanos 3:25-26). Pablo se refiere al libro de Levítico y a una ceremonia especial que se hacía el día de la expiación. En ese día, se sacrificaba un cordero y se rociaba su sangre por todo el tabernáculo de Israel, para purificarla. Simbólicamente, la vida del animal expiaba la muerte y la autodestrucción que Israel había cometido. A través de este sacrificio, el pueblo de Dios quedaba justificado ante Dios para el año siguiente (Levítico 16). Sin embargo, la vida de un animal no puede expiar la muerte que los humanos han perpetuado en el mundo. Pablo incluso dice que Dios ha dejado sin tratar la autodestrucción de la humanidad y sus caminos mortíferos durante siglos. El cordero expiatorio señaló al día en que Jesús daría su vida por nuestra muerte. La sangre de Jesús ha purificado al pueblo de Dios completa y definitivamente, y ha expiado toda la muerte que hemos introducido al mundo. El pueblo de Dios siempre ha estado en la justicia de Dios gracias a su fe en el sacrificio expiatorio de Dios. No tenemos que obedecer un montón de leyes para arreglar nuestra relación con Dios. Y, por suerte, tampoco es obligatorio que nos circuncidemos. La buena noticia es la misma desde las primeras páginas de la Biblia. Se nos permite estar en la justicia de nuestro Creador y entrar en su reino simplemente al confiar en que Jesús es nuestro sacrificio expiatorio.
Compruébalo tú mismo
Ruego para que el Espíritu Santo abra tus ojos para que veas al Dios que ha revelado su justicia. Y que veas a Jesús como aquel que nos ha justificado ante Dios mediante su sacrificio.