Jeremías 29

¿Qué está pasando?

El rey de Judá, Joaquín, era un hombre malvado que profundizó la rebelión de Judá contra Dios. Así que Dios envió al rey de Babilonia a invadir las fronteras de Judá y exiliar a los ciudadanos de Judá (Jeremías 29:1-3). Pero Jeremías escribe una carta en la que alienta a estos cautivos diciéndoles que Dios pronto los restaurará a su tierra y restaurará su relación con Dios. En primer lugar, Jeremías les dice a estos exiliados de Judea que se conviertan en buenos ciudadanos babilónicos. Deberían plantar huertos, mejorar su ciudad y abogar por la paz y la prosperidad entre sus opresores. Deberían casarse y tener hijos en espera de que Dios los devuelva a sus hogares. A pesar de que se encuentran en medio de un merecido castigo por la forma en que han abandonado a Dios y adorado a otros dioses, Dios ha hecho planes para su bien. Hay esperanza incluso en el exilio porque Dios ha planeado un nuevo futuro para su pueblo desobediente y condenado (Jeremías 29:4-7). En solo 70 años, Dios cumplirá todas sus promesas, los restaurará a su tierra natal y restaurará su relación rota con él (Jeremías 29:10-14).

Sin embargo, algunos líderes religiosos no estaban de acuerdo con la interpretación de Jeremías sobre su exilio y su postura hacia sus opresores. Algunos dijeron que la esperanza del pueblo de Dios no estaba en establecerse sino en luchar por la independencia de Judea junto al actual rey de Judá (Jeremías 29:15-16, 20). Un sacerdote de Jerusalén incluso envía una carta a uno de los principales sacerdotes de Babilonia preguntándole por qué no ha castigado a Jeremías por sus profecías aparentemente antipatrióticas y probabilónicas (Jeremías 29:24-28). En respuesta, Jeremías dice que el futuro del pueblo de Dios pertenece a quienes estén dispuestos a aceptar su castigo en el exilio. Dios ya castigó a Judá una vez enviando una oleada de exiliados a Babilonia. Jeremías advierte que si los líderes religiosos y políticos de Judá no dejan de resistirse al dominio babilónico, Dios se asegurará de que tanto ellos como su nación sean destruidos (Jeremías 29:15-22, 29-32).

¿Dónde está el Evangelio?

La única manera en que el pueblo culpable y condenado de Dios podía regresar a su tierra natal y a su relación con Dios era aceptar el castigo de Dios, someterse al exilio y buscar la paz de sus opresores. Ninguno de los líderes religiosos y políticos de Judá quería oír esto. Estaban demasiado comprometidos con su nación como para imaginar que Dios les pediría que renunciaran a lo que más valoraban, y mucho menos que lo restauraran una vez perdido. Pero Dios tiene la intención de devolverle a su pueblo lo que ha perdido cuando acepta la culpa, elige el exilio y busca el bien de los enemigos.

Dios está tan comprometido con esto que lo hizo él mismo en la persona de Jesús. En Jesús, Dios aceptó la culpabilidad de su pueblo y fue exiliado a la tumba por la rebelión de sus ciudadanos. Aunque sus conciudadanos lo rechazaron, Dios buscó el bien de sus enemigos y la paz de sus opresores muriendo en su lugar (Romanos 5:6-11). Con algunas de sus últimas palabras, Jesús le pidió a Dios que perdonara a los responsables de su muerte (Lucas 23:34). Y así como Dios prometió a su pueblo una restauración después de su exilio, Dios resucitó a Jesús de entre los muertos y lo devolvió a su trono en el cielo para que gobernara junto a él.

Como lo fue Judá literalmente, muchos de nosotros nos sentimos exiliados espiritualmente. Nos sentimos culpables, condenados y alejados de sus promesas de restauración. Pero la buena noticia es que, por la fe en Jesús, puedes estar cerca de Dios y experimentar su poder restaurador. Cuando aceptas tu culpabilidad y aceptas la muerte de Jesús en tu lugar, Dios promete que te dará un nuevo hogar y una nueva relación con él para siempre.

Compruébelo usted mismo

Rezo para que el Espíritu Santo abra sus ojos para ver al Dios que restaura a su pueblo. Y que veas a Jesús como el que ha aceptado la culpa y el exilio de personas como nosotros.