Jeremías 17:19-19:15

¿Qué está pasando?

Dios le dice a Jeremías que visite varios lugares alrededor de Jerusalén y profetice la inminente destrucción de Judá por la forma en que han abandonado al Dios que los creó. En primer lugar, Jeremías visita las puertas de Jerusalén, advierte a sus ciudadanos que sigan las leyes de Dios con respecto al sábado y los llama a descansar el día apropiado (Jeremías 17:19-22). Incluso Dios descansó después de crear el mundo. Y Jeremías le recuerda a Jerusalén que Dios disciplinó a sus antepasados por no seguir el plan de su Hacedor y que volverá a hacerlo si esta generación persiste en su inquietud (Jeremías 17:27). Pero Jeremías también dice que si el pueblo de Judá renueva su compromiso con las leyes de Dios descansando una vez por semana, Dios convertirá a Jerusalén en una ciudad próspera que nunca será destruida (Jeremías 17:23-27).

Luego, Jeremías visita una alfarería y recibe un mensaje profético mientras observa al ceramista trabajando. A medida que el alfarero hace girar la arcilla de su torno, es necesario reformar el jarrón que está fabricando. El alfarero destruye la vasija y transforma la arcilla en una nueva (Jeremías 18:1-4). Dios le dice a Jeremías que Judá es como el barro y que él es como un alfarero. Así como el alfarero puede destruir, reformar, rehacer y empezar de nuevo con su creación, también puede hacerlo con su pueblo (Jeremías 18:5-9). Si, en algún momento, su pueblo se aparta de las intenciones que tiene para ellos, simplemente empezará de nuevo. Por lo tanto, Dios ruega a su pueblo que reforme sus costumbres y evite el desastre. Pero una vez más, Judá se niega a obedecer los designios de su Hacedor (Jeremías 18:11-12).

En un foro público, Jeremías lamenta la rebelión de Judá contra su Hacedor y el papel del establecimiento religioso al alentarla. Después de todo, nada en la naturaleza desobedece a su Hacedor. La nieve de las montañas no se derrite cuando hace frío. Los ríos no dejan de fluir espontáneamente (Jeremías 18:13-14). Pero las personas que Dios ha creado y amado lo han rechazado tanto a él como a sus intenciones para con ellas. Así que Jeremías le dice a Judá que pueden esperar una rápida decretación por su rebelión contra su Hacedor (Jeremías 18:15-17). Cuando las autoridades religiosas escuchan esta crítica a sus líderes, toman represalias e intentan desacreditar y asesinar a Jeremías (Jeremías 18:18). Por eso, Jeremías ora para que Dios lo proteja y lleve ante la justicia a quienes conspiran en su contra (Jeremías 18:19-23).

Luego, Dios le dice a Jeremías que compre una botella de vino y acompañe a los líderes religiosos de Jerusalén al santuario del sacrificio de niños en las afueras de la ciudad, en el valle de Hinón (Jeremías 19:1-6; 7:31). Una vez que llegan, Jeremías denuncia la idolatría que los sacerdotes han permitido que prospere y los niños a los que han permitido morir bajo su liderazgo. Tal vez mientras derrama el vino, Jeremías anuncia que un ejército descenderá al valle en el que se encuentran y lo llenará con la sangre de los líderes culpables de Judá (Jeremías 19:7-9). Luego, Jeremías rompe la botella contra el suelo. Dice que, al igual que su botella se ha roto sin posibilidad de reparación, Judá nunca se recuperará del desastre que Dios provocará en respuesta a la depravación e idolatría de su pueblo (Jeremías 19:10-15).

¿Dónde está el Evangelio?

Judá está en rebelión contra su Creador y Hacedor. Pero el propósito de las profecías de Jeremías no es simplemente anunciar la inevitable destrucción de los rebeldes y marcharse. Las profecías de Jeremías se dan con la esperanza de que Judá y sus líderes se arrepientan de su maldad y reciban la misericordia de Dios. Jeremías profetiza una posible restauración futura del pueblo de Dios a pesar de su rebelión (Jeremías 17:23-27). Y Dios dirige a Jeremías hacia un alfarero que no tira su trozo de barro, sino que lo reelabora (Jeremías 18:5-9). Dios no quiere destruir sus creaciones cuando fallan, pero, como un alfarero paciente, desea reformar, remodelar y convertir a su pueblo en algo mucho más glorioso (2 Pedro 3:9).

En última instancia, esta reelaboración, reforma y remodelación no se logró a través de la vida y las profecías de Jeremías, sino cuando Dios se convirtió en arcilla. Dios tomó la forma de seres humanos que se rebelaron contra su Hacedor, pero vivieron obedientemente según el diseño creativo de Dios. En el cuerpo de Jesús, Dios nos mostró que Dios toma la forma de seres humanos rebeldes y la convierte en una nueva creación alineada con los designios de su Creador (2 Corintios 5:17). Y como todos los seres humanos, Jesús murió. Pero incluso la muerte de Jesús profetizó el glorioso futuro que Dios está creando para sus criaturas. Jesús resucitó de entre los muertos, lo que demuestra que el fin del pueblo de Dios no es la muerte y la decretación, sino la vida de resurrección eterna destinada a vivir en el poder creativo de Dios.

Compruébelo usted mismo

Rezo para que el Espíritu Santo abra tus ojos para ver al Dios que es nuestro Hacedor. Y que veas a Jesús que nos hace nuevas creaciones.