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Agar
En Génesis 15-16, vemos que Jesús es la forma en que Dios sostiene su ceremonia de fin del pacto y cómo, a través de él, no necesitamos ganar nada, sino recibir libremente.
¿Qué está pasando?
Dios ha jurado que haría que los descendientes de Abram fueran tan numerosos que no pudieran ser contados, que serían una gran nación y serían una bendición para el mundo entero (15:5).
El único problema es que Abram es muy viejo, no tiene hijos y su esposa es estéril (11:30). Dios sabía que Abram dudaba de sus promesas, por lo que visita a Abram en una visión en la que redobla su promesa (15:1-2 a).
Dios entra en una ceremonia tradicional de pacto con Abram. En esta ceremonia, los animales eran sacrificados y cortados en dos (15:10). Luego, las personas que hacían el pacto caminaban entre las mitades de cada animal como un símbolo físico que decía: «Si rompo esta promesa, que me pase a mí lo que les hicieron a estos animales».
Pero, aquí, solo Dios pasa a través de los animales. Al hacerlo, estaba diciendo que solo él cumpliría la promesa y, si no lo hacía, soportaría el castigo (15:17).
Pero las dudas de Abram y su esposa persisten. Así que deciden intentar crear esta incontable nación teniendo un hijo con su sirvienta, Agar (16:2). Ella queda embarazada de inmediato, por lo que Sarai la despide en un ataque de celos (16:6 b).
Pero Dios se le aparece a Agar, le dice que regrese y promete establecer un pueblo también a través de su hijo (16:10). Sin embargo, este niño no recibe la bendición que Abram quería. El hijo de Agar no sería el hijo de la promesa, sino que seguiría siendo el hijo de un esclavo. Esto se debe a que Abram trató de ganarse por medio del esfuerzo lo que Dios había prometido por medio de la gracia.
¿Dónde está el Evangelio?
Ambas historias tienen mucho que mostrarnos acerca de quién es Jesús y lo que ha hecho.
Así como Dios prometió mantener el pacto solo, al pasar solo entre los animales, Jesús cumple su propia promesa para nosotros. A pesar de todas nuestras faltas y pecados, Jesús ha hecho y hará todo lo posible para salvarnos de lo que merecemos y llevarnos a él (2 Corintios 1:20). Todo lo que estamos llamados a hacer es lo que hizo Abram: recibir las promesas de Dios con fe.
El sacrificio de Jesús en la cruz es una versión intensificada de lo que Abram experimentó en este ritual cultural. La cruz comunica que, aunque rompimos el pacto, Dios ha sido hecho pedazos por nosotros (1 Pedro 2:24). Por lo tanto, no queda ningún castigo para quienes creen en Jesús. En cambio, lo único que queda es la promesa.
El apóstol Pablo, al escribir a los gálatas, nos muestra que la división entre los hijos de Sarai y Agar todavía existe hoy (Gálatas 4:24). Somos esclavos cuando tratamos de ser parte de la familia de Dios y cumplir las promesas de Dios con nuestras propias fuerzas y esfuerzos (Gálatas 4:23).
Solo nos convertimos en hijos de la promesa cuando confiamos en la promesa. Si simplemente tenemos fe en que Jesús ha hecho por nosotros lo que no podíamos hacer por nosotros mismos, recibimos gratuitamente todos los beneficios de la promesa de nuestro padre.
Compruébelo usted mismo
Rezo para que el Espíritu Santo les muestre al Dios que cumple todas las promesas que hace por sí mismo. Y que veas a Jesús, quien se ha ganado para nosotros a través de la cruz todo lo que nos prometió en gracia.