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Lady Wisdom y Madame Folly
En Proverbios 5-9, vemos que cuando Jesús escribe su sabiduría en nuestros corazones, nos ayuda a elegir la sabiduría en lugar de la tontería.
¿Qué está pasando?
Salomón está impartiendo diez lecciones a su hijo. Las primeras cinco lecciones animan al hijo de Salomón a elegir la sabiduría y evitar el mal. Las últimas cinco lecciones de Salomón personifican esa lucha como una elección entre unirse a la Señora Sabiduría o tener una aventura con la Señora Locura.
En un nivel, es una lección simple sobre el peligro del adulterio. Acostarse con la esposa de otro hombre es una decisión que pagarás por el resto de tu vida. Salomón lo compara con llevar fuego debajo de la ropa o caminar sobre carbón; advierte que no puedes evitar quemarte (Proverbios 6:27-28). Comenzar una aventura es como un animal que entra en una trampa (Proverbios 7:22-23). El cebo de la Señora Locura es la pasión, el secreto y la promesa de que no habrá consecuencias. Si el hijo solo ve el cebo, el anzuelo nunca lo dejará escapar. Vendrá la matanza (Proverbios 9:18).
Pero si el hijo de Salomón quiere evitar la destrucción, debe elegir a la Señora Sabiduría como el único objeto de su afecto. Debe escribir las palabras de ella en su corazón, y quizás aún más íntimamente, necesita llamar a la sabiduría su “hermana” (Proverbios 7:2-4). Si se une a la Señora Sabiduría, evita la matanza y la tendrá como su consejera mientras gobierna naciones, gana riquezas y vive una larga vida (Proverbios 8:14-16, 8:38).
En otro nivel, estos pasajes no tratan de la búsqueda o evitación de la sexualidad, sino con la búsqueda de la sabiduría misma. Salomón le pide a su hijo que imagine que está parado en una encrucijada en el camino. En la encrucijada, dos mujeres lo llaman (Proverbios 7:25; 8:2). En muchos sentidos parecen similares: ambas han hecho sacrificios, ambas ofrecen vino y comida, y ambas ofrecen recompensas por entrar en su casa. Una mujer le dice que confíe en Dios (Proverbios 9:10), y la otra le dice, como la serpiente, que confíe en sus deseos (Proverbios 9:17).
Salomón alienta a su hijo a elegir la sabiduría que estaba con Dios cuando creó el mundo (Proverbios 8:22-36). Y está advirtiendo a su hijo para que rechace la sabiduría que trajo la muerte y el mal al mundo de Dios.
¿Dónde está el Evangelio?
Salomón compara sus lecciones con la ley de Dios. Le dice a su hijo que si “las escribe en la tabla de [su] corazón” y son la “niña de sus ojos”, estará protegido de la seducción del mal y experimentará las bendiciones de Dios (Proverbios 7:2-3). Gracias a la historia sabemos que los hijos de Salomón no siguieron las instrucciones de su padre. Los corazones de Israel, endurecidos a la sabiduría, fueron seducidos por la idolatría, el adulterio y finalmente el exilio a manos de Babilonia.
Durante ese exilio, el profeta Ezequiel usa el lenguaje de Proverbios, diciendo que el Señor le dará a Israel un nuevo espíritu, quitará sus corazones de piedra y les dará corazones que escuchen la sabiduría de Dios (Ezequiel 11:19, 36:26). Ezequiel promete que las esperanzas de Salomón algún día se harán realidad. Y se cumplen, en Jesús. Jesús nos llena con su Espíritu y escribe sus leyes en nuestros corazones (Juan 14:26).
Esta es una buena noticia porque nos enfrentamos a la misma elección sobre la que se le advirtió al hijo de Salomón. Somos atraídos en una dirección por nuestros deseos y en otra dirección por la palabra de Dios. Es solo el Espíritu de sabiduría de Jesús escrito en nuestros corazones que puede luchar contra las tentaciones de Satanás y la locura de la Señora. Si estás cansado de perder esa batalla entre la palabra de Dios y tus deseos, ¡anímate! Por el poder de Jesús puedes caminar en el Espíritu y decirle no a los deseos de tu cuerpo (Gálatas 5:16-17). Por el poder de Jesús, la Señora Sabiduría se convierte en tu hermana. Su sabiduría te conducirá y te guiará a la vida eterna con él.
Compruébalo tú mismo
Que el Espíritu Santo abra tus ojos para ver al Dios que escribe sabiduría en nuestros corazones. Y que veas a Jesús como la sabiduría de Salomón, por quien decimos no a la tentación y decimos sí a la vida de Dios.