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Cómo leer el libro de Proverbios
En Proverbios 10-12, vemos que si bien los Proverbios son provisionalmente ciertos ahora, serán absolutamente ciertos en el futuro cuando Jesús venga y establezca su reino sabio.
¿Qué está sucediendo?
Al leer Proverbios, te sentirás tentado a ver la sabiduría de Salomón como inconexa, secular y absoluta. Abordemos cada uno de estos aspectos de uno a la vez.
Entre los capítulos 10 y 29 de Proverbios, es fácil sentirse perdido. Puede parecer que estás leyendo una larga lista de fragmentos de sabiduría inconexos y, en ocasiones, eso puede ser cierto. La lista pasa rápidamente de hablar de niños obedientes (Proverbios 10:1), a la administración financiera (Proverbios 10:2), a la importancia de una ética de trabajo decente (Proverbios 10:3) y a la disposición interna de las personas sabias (Proverbios 10:8). Puede parecer desordenado, pero eso forma parte de la cuestión.
Si la sabiduría es comprender la forma en que funciona el mundo, Salomón jalona intencionalmente sus dichos para mostrar cómo funciona obtener sabiduría, a trompicones. Adquirimos sabiduría en eventos dolorosos, seminarios de negocios, momentos de crianza, conversaciones con amigos, observando personas, o abriendo nuestras Biblias. Poco a poco, aunque sea a través de piezas desconectadas, aprendemos a vivir sabiamente en el mundo. En lugar de frustrarnos por la falta de cohesión, Salomón nos pide que aceptemos la forma en que funciona la sabiduría y que aprendamos de su experiencia con ella.
Parte de la sabiduría de Salomón parece que no tiene nada que ver con Dios: son observaciones profundas y seculares. Proverbios 13:12 habla de esperanzas destrozadas. Y Proverbios 14:13 dice que solo porque alguien se esté riendo no significa que sea feliz. Puede ser fácil descartarlos como seculares.
Pero Salomón demuestra la verdad que aprendimos en Proverbios 1-9. Dios creó el mundo y las personas con sabiduría. Hay una lógica interna y un diseño creativo que atraviesa cada interacción humana, cada tipo de trabajo y cada puesta de sol. Salomón, al incluir estos fragmentos de sabiduría aparentemente seculares, en realidad nos está mostrando que nada es secular. Todo nos lleva de vuelta a Dios.
Finalmente, podrías sentirte tentado a pensar que estas son promesas absolutas, no proverbios. En Proverbios 12:21, Salomón dice que todas las personas malas serán castigadas y todas las personas justas serán liberadas. Es tentador leer esto como una promesa absoluta. Pero Salomón nos está dando sabiduría, no haciendo promesas. Está describiendo cómo debería funcionar el mundo y a menudo funciona, pero no cómo funciona realmente todo el tiempo. De hecho, Proverbios 13:23 nos dice que la injusticia a menudo impide que los justos obtengan lo que deberían recibir.
Los proverbios son solo provisionalmente verdaderos ahora, pero eso no quiere decir que no serán absolutamente verdaderos en el futuro. Y es aquí donde vemos más claramente a Jesús.
¿Dónde está el Evangelio?
En la muerte, la ascensión y el regreso prometido de Jesús, tenemos una promesa absoluta de que los necios serán castigados y los sabios serán liberados. Todas las cosas buenas que esperamos que sean verdad, lo serán. Ya que Dios no perdonó a su propio Hijo, tenemos la garantía de que un día los sabios en Cristo recibirán todas las cosas (Romanos 8:32).
Y si ese día garantizado está llegando, ninguna acción en la Tierra es secular, inconexa o aleatoria. Todo importa porque la materia y el tiempo fueron creados por Dios. Jesús viene a corregir todos los errores y a traer a juicio toda acción sabia y necia (Eclesiastés 12:14). Nada está desconectado, ninguna injusticia se pasa por alto y ningún momento sabio se olvida.
Al regreso de Jesús, su sabiduría revelará que nada en tu vida es aleatorio, ningún momento estuvo desconectado de su propósito, y todas las cosas que deberían ser verdad, serán absolutamente verdaderas, para siempre.
Compruébalo por ti mismo
Que el Espíritu Santo abra tus ojos para ver al Dios cuya sabiduría nunca está desconectada ni es secular. Y que veas a Jesús, su Hijo, que hace todas las promesas de Dios absolutas gracias a su muerte y resurrección.