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Curación y autoridad
En Mateo 8-9, vemos que Jesús muestra su poder y autoridad para sanar a fin de señalar el mayor milagro de curación que haría en su muerte y resurrección.
¿Qué está pasando?
Mateo registra muchas historias de Jesús sanando a los enfermos en estos capítulos. En estas historias, vemos que Jesús no tiene límites en cuanto al número de personas, tipos de personas o tipos de enfermedades que quiere y puede curar.
En medio de estas curaciones, Mateo cuenta una historia sobre Jesús que calmó una tormenta. Los discípulos están asombrados y se preguntan quién es Jesús, porque incluso el viento y el mar lo obedecen (Mateo 8:27). Jesús reprende las enfermedades y los demonios, incluso el clima. Él es el que tiene toda la autoridad (Mateo 9:8).
Jesús predica y sana con un corazón de compasión. Cuando mira a la multitud, ve ovejas sin pastor. El Antiguo Testamento a menudo describe a Israel de esta manera (Números 27:17; 1 Reyes 22:17; Isaías 53:6; Zacarías 10:2; 2 Crónicas 18:16). Jesús usa estas imágenes para demostrar que es el pastor que el pueblo de Dios había esperado durante mucho tiempo (Isaías 40:11; Ezequiel 34:16; Miqueas 2:12).
¿Dónde está el Evangelio?
Jesús tiene toda la autoridad para curar enfermedades, expulsar demonios y calmar las tormentas.
Pero la autoridad solo es una buena noticia si va acompañada de compasión. Un leproso sanado por Jesús entiende esto cuando dice: «Señor, si quieres, puedes limpiarme» (Mateo 8:2). Y la buena noticia es que Jesús es capaz de sanar y está dispuesto a hacerlo. Tiene tanto autoridad como compasión.
A través de toda esta sanación y autoridad, Mateo nos ayuda a ver un punto más profundo que Jesús está tratando de exponer.
Mientras comían con algunas personas de menor reputación, los líderes religiosos reprenden a Jesús por su elección de compañía. Jesús les dice que las personas sanas no necesitan un médico, pero las personas enfermas sí (Mateo 9:12). Jesús ha sanado a muchas personas hasta este punto, pero en este momento Jesús diagnostica la enfermedad como solo un síntoma. La verdadera enfermedad es el pecado.
Todos están enfermos por la corrupción que entró en el mundo a través del pecado, y Jesús es el único que puede curarla. Su autoridad demuestra que tiene el poder de liberarnos de las enfermedades y tormentas subyacentes en nuestras vidas: el pecado y la muerte.
Mateo nos dice que el ministerio de sanación de Jesús cumple con Isaías 53. En esta profecía mesiánica, Isaías describe a un siervo sufriente que sanaría a su pueblo asumiendo sus enfermedades y pecados (Isaías 53:5). Esto es justo lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz. Él proporcionó la máxima curación para nuestros cuerpos y almas al poner fin al pecado que trae destrucción a nuestras vidas. Murió en nuestra enfermedad para que pudiéramos vivir en su curación. «Él tomó nuestras enfermedades y cargó con nuestras dolencias» (Isaías 53:4).
Compruébelo usted mismo
Que el Espíritu Santo abra tus ojos para ver al Dios que tiene autoridad sobre toda la creación. Y que veas a Jesús que se hizo carne para tomar y sanar nuestras enfermedades y pecados.