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Perfume y Pascua
En Mateo 26-27:10, vemos que Jesús fue a la cruz y a la tumba para poder ser el último cordero pascual que nos salve de la ira de Dios.
¿Qué está pasando?
Mateo nos muestra dos comidas que anticipan el sacrificio de Jesús.
En la primera comida, una mujer anónima trae un perfume caro y lo vierte sobre Jesús para prepararlo para el entierro (Mateo 26:7). Los cuerpos no se preparaban hasta después de la muerte, pero Jesús explica que esta unción lo preparó antes de su sacrificio.
La segunda comida es la Pascua, que se instituyó por primera vez en vísperas de que Israel escapara de la esclavitud en Egipto (Éxodo 12:3). Durante esta comida tradicional, Jesús llama al pan su cuerpo y al vino su sangre (Mateo 26:26). Jesús usa la historia de liberación del Éxodo para señalar una nueva liberación que ocurrirá a través de su sacrificio.
Luego, Jesús deja la comida con sus doce discípulos y va a un huerto a orar.
Judas, los principales sacerdotes y una multitud de hombres armados llegan al jardín para arrestar a Jesús (Mateo 26:47). Un discípulo trata de pelear, pero Jesús lo reprende. Jesús dice que puede llamar a miles de ángeles en cualquier momento, pero no lo hará. ¿Por qué? Porque las Escrituras deben cumplirse.
Jesús es llevado ante el sumo sacerdote, donde los principales sacerdotes presentan falsos testimonios contra Jesús (Mateo 26:59). No dice ni una palabra hasta que el sumo sacerdote le ordena decir si es el Mesías, el Hijo de Dios. Jesús reconoce lo que han dicho y, enfurecidos, los líderes religiosos piden la pena de muerte (Mateo 26:64).
¿Dónde está el Evangelio?
En la primera Pascua, Dios instruyó a su pueblo a matar un cordero. Con la sangre del cordero, los israelitas cubrieron los marcos de sus puertas para protegerse del juicio de Dios (Éxodo 12:12). Se comieron el cordero con pan sin levadura como señal de lo rápido que debían huir de Egipto. Jesús es nuestro cordero pascual, cuya sangre ha traído el perdón de los pecados y cuyo cuerpo es nuestra huida de la esclavitud.
Pero, ¿por qué tenía que morir? Jesús mismo ora: «Padre, si es posible, quítame esta copa». En el Antiguo Testamento, beber una copa era una metáfora común del juicio y la ira de Dios (Isaías 51:17).
Jesús bebió voluntariamente la copa de la ira de Dios por nosotros. Experimentó una agonía indescriptible para que en él pudiéramos conocer un gozo indescriptible (Romanos 3:25).
Jesús podría haber detenido a la multitud enfurecida. Pero no lo hizo. Jesús conocía su misión, sabía el costo y sabía la recompensa.
Este es Jesús, nuestro Salvador soberano y decidido que sabía que moriría en una cruz antes de que sucediera, pero lo hizo voluntariamente.
Qué hermosa imagen, entonces, ver a Jesús preparado para ser sepultado por una mujer que lo unge con perfume. Estaba dispuesta a aceptar la muerte futura de Jesús, tal como lo estaba él. Tenemos una oportunidad similar. Podemos recordar la muerte de Jesús y, con los ojos de la fe, podemos aceptar lo que hizo por nosotros y ungirlo con nuestra alabanza.
Compruébelo usted mismo
Rezo para que el Espíritu Santo abra tus ojos para ver al Dios que nos libera mediante el sacrificio de su Hijo. Y que veas a Jesús como el cordero pascual por cuya sangre somos perdonados.