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Guerra Santa
En Números 31-32, vemos que Jesús ganó la guerra final contra el pecado y la muerte para que, en lugar de tratarnos como a los moabitas, pudiera morar con nosotros como Israel.
¿Qué está pasando?
Los miembros restantes de la vieja generación de Israel acaban de morir como resultado de casarse con madianitas y adorar a sus dioses falsos. Ahora, Dios llama a la generación más joven a castigar a Madián en la guerra (31:2).
El plan de Dios es cubrir el mundo con su gloria, restaurar todas las cosas y morar con su pueblo puro en los cielos nuevos y la tierra nueva. Para hacer eso, el pecado tendrá que ser vencido.
Y a diferencia de la generación anterior, que desobedecía constantemente los mandamientos de Dios y temía entrar en combate con otras naciones, esta generación más joven obedece. Y lo hacen con solo una fracción del tamaño de su ejército: solo 12 000 personas de un total de más de medio millón (31:4).
Ese no es el único contraste entre las generaciones antiguas y nuevas que vemos aquí. Debido a la falta de fe de la generación anterior, todos murieron en el desierto, pero ninguno de los 12 000 hombres de la nueva generación que obedecieron fielmente a Dios murió, ni siquiera en la batalla. Todos vivieron.
Aparentemente, esta nueva generación iba a ser diferente. Donde el primer grupo falló, este segundo grupo tendrá éxito.
La siguiente historia ilustra el mismo punto.
Las dos tribus de Rubén y Gad le preguntan a Moisés si pueden tomar la tierra que fue conquistada en el capítulo 21, en lugar de entrar en la Tierra Prometida al otro lado del río Jordán (32:5). Moisés se enfada. Seguramente piensa que estas personas están a punto de cometer el mismo error que la última generación que se negó a entrar en la tierra (32:6).
Pero ese no es el caso. Estas dos tribus están dispuestas a entrar en la tierra y luchar, y después regresarán y vivirán en esta tierra. Moisés acepta estos términos y nombra la tierra como suya.
¿Dónde está el Evangelio?
Al igual que los moabitas y madianitas de esta historia, pecamos y adoramos a los ídolos que hemos creado nosotros mismos y necesitamos ser expulsados de la tierra de Dios (Ef 2:12). La buena noticia del Evangelio es que Jesús ya libró y ganó la guerra total contra el pecado y la muerte por nosotros en su muerte, sepultura y resurrección. La guerra santa contra el pecado que debería haberse librado contra nosotros ha recaído sobre Jesús.
Luchó por nuestra recompensa. Es como Gad y Rubén, que estaban dispuestos a luchar por una tierra que no poseerían, pero que se ganaron la herencia para otra persona (Romanos 8:17). Jesús libró nuestra batalla contra el pecado y la muerte y nos concede la herencia que se ganó.
Compruébelo usted mismo
Rezo para que el Espíritu Santo abra tus ojos para ver al Dios que expulsa el pecado para crear un lugar santo en el que pueda morar con su pueblo. Y que veas a Jesús como quien ha librado la batalla por nosotros y que regresará para cubrir el mundo con su gloria.