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Oposición y libertad
En Lucas 4:14-5:39, vemos a Jesús como el que finalmente trae el año del Jubileo y la libertad a todos los que están esclavizados y a todos los que son pecadores.
¿Qué está pasando?
Jesús comienza su ministerio en la sinagoga de su ciudad natal y anuncia: «El Espíritu del Señor está sobre mí» (Lucas 4:18).
Por el poder del Espíritu Santo, Jesús expulsa a los espíritus demoníacos y sana a los enfermos de fiebre, parálisis y lepra. Al viajar de pueblo en pueblo, resume su ministerio diciendo: «Tengo que proclamar las buenas nuevas del Reino... porque para eso he sido enviado» (Lucas 4:43).
Pero no todos aceptan el ministerio y el mensaje de Jesús. Su pueblo natal trata de matarlo después de sugerir que Dios salvará y sanará a los gentiles antes que a los israelitas (Lucas 4:27-28). Jesús se escapa, pero la oposición no ha hecho más que empezar.
Los fariseos y los maestros de la ley se enfrentan a Jesús porque come con pecadores y recaudadores de impuestos. Lo acusan de blasfemia cuando sana a un paralítico y perdona sus pecados (Lucas 5:21). Más tarde, los fariseos comienzan a conspirar para matar a Jesús.
Por lo general, los discípulos de un rabino lo seguían y le pedían que los entrenara. En vez de eso, Jesús sale y selecciona él mismo a sus discípulos, y no del tipo que cabría esperar. Lucas destaca a un pescador y a un recaudador de impuestos, dos hombres en extremos opuestos del espectro económico y político. En ambas historias, Lucas nos dice que estos hombres «lo dejaron todo» para seguir a Jesús (Lucas 5:11, 28).
¿Dónde está el Evangelio?
Jesús comienza su ministerio anunciando la llegada del favor de Dios. Sus palabras de Isaías 61 y 58 están relacionadas con el Año del Jubileo, un evento que debía ocurrir una vez cada cincuenta años en la historia de Israel, cuando se perdonaban todas las deudas y se liberaba a los esclavos (Levítico 25:10).
Jesús viene a traer un jubileo nuevo y mejor. Su cuerpo y su sangre son el precio del perdón total, y su resurrección es el poder sobre la esclavitud de la enfermedad y el pecado. Jesús demuestra este poder incluso antes de su muerte al sanar a los enfermos y perdonar los pecados. Perdona los pecados de un paralítico y luego lo sana para validar su autoridad para perdonar (Lucas 5:23). Jesús les dice a los fariseos acusadores que no vino para los que decían ser justos, sino para los pecadores (Lucas 5:32).
Su reputación como «amigo de los pecadores» tiene la intención de avergonzar a Jesús porque los líderes religiosos se enorgullecían de estar separados de las personas corruptas. Pero en lugar de contaminarse él mismo, Jesús trae consigo santidad y esperanza al interactuar con pecadores de todo tipo. Desde Simón Pedro hasta Leví, vemos a un Salvador que no trata con los pecadores a distancia. Nos encuentra donde estamos y nos llama a seguirlo.
Compruébelo usted mismo
Que el Espíritu Santo abra tus ojos para ver al Dios que muestra su favor a su pueblo. Y que veas a Jesús como el Salvador lleno del Espíritu que sana y perdona.