Lucas 3-4:13

¿Qué está pasando?

Lucas nos dice que Juan el Bautista es el mensajero profetizado desde hace mucho tiempo que preparará el camino del Señor (Isaías 40:3).

Juan viene con un mensaje de arrepentimiento y juicio. Exige un carácter recto y un corazón humilde. Habla con audacia en contra de quienes están en el poder, aunque esto eventualmente lo matará. Juan bautiza a sus seguidores como señal de arrepentimiento y separación de los pecados del pasado (Lucas 3:3).

Pero Juan dice que vendrá alguien más que proporcionará un bautismo del Espíritu Santo y fuego (Lucas 3:16). Juan advierte que los acontecimientos que cambiarán el mundo se avecinan como un incendio y que nos refinarán o nos destruirán.

Jesús viene con la multitud para ser bautizado por Juan. Pero cuando sale del agua, Lucas dice que los cielos se abren y el Espíritu descansa sobre Jesús como una paloma (Lucas 3:21). Una fuerte voz del cielo declara: «Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia» (Lucas 3:22).

Luego, Lucas respalda esta afirmación celestial con una genealogía que se remonta a Adán, el primer «hijo de Dios» (Lucas 3:38).

Luego, el Espíritu Santo lleva a Jesús al desierto, donde es tentado por el diablo (Lucas 4:1-2). El diablo cita las Escrituras hebreas para justificar que Jesús abandone su misión, pero en cada caso Jesús lo reprende con palabras del Deuteronomio. El diablo abandona a Jesús en busca de un momento más oportuno (Lucas 4:13).

¿Dónde está el Evangelio?

Lucas relaciona el papel de Juan el Bautista con las palabras de Isaías. Profetizó que todas las personas verían la salvación de Dios. Cuando Simeón sostuvo al niño Jesús en el templo, declaró que sus ojos habían visto la salvación de Dios (Lucas 2:30). Y cuando Juan bautiza a Jesús, Dios mismo lo afirma.

Jesús es la tan esperada salvación de Dios.

Desde el momento de su bautismo, Lucas describe a Jesús como lleno del Espíritu Santo. El resto del ministerio de Jesús ocurre bajo la dirección y el empoderamiento del Espíritu Santo (Lucas 3:22).

Después de su resurrección, Jesús les dice a sus seguidores que este Espíritu también vivirá en ellos (Hechos 1:8). Por medio de la fe en Jesús, somos llenos de su Espíritu y guiados por él. Ahora podemos vivir como Jesús, seguros de nuestra identidad como hijos de Dios y fortalecidos por su presencia divina.

Jesús lo hace posible porque es un mejor Adán y un mejor hijo de Dios. A lo que Adán no pudo resistirse ni una sola vez mientras estaba en un exuberante jardín, Jesús lo rechazó tres veces en un desierto árido. Jesús triunfa donde Adán falló.

Pablo dice que estas son buenas noticias porque así como la desobediencia de Adán como hijo de Dios manchó a toda la humanidad, la obediencia de Jesús como el verdadero Hijo de Dios los limpia de todo pecado (1 Corintios 15:22).

Compruébelo usted mismo

Que el Espíritu Santo abra tus ojos para ver al Dios que está complacido con su Hijo. Y que veas a Jesús como el nuevo y mejor Adán que triunfa donde nosotros fallamos para que podamos ser llamados hijos de Dios.