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El ultimátum de Job
Job 29-31 nos insta a que confiemos en Dios más de lo que intenta satisfacer nuestro profundo deseo de obtener una respuesta a nuestro sufrimiento. Y aunque eso es frustrante, también es nuestra Buena Noticia, porque revela que nuestras circunstancias no son la medida del amor que Dios nos tiene; Jesús lo es.
¿Qué está pasando?
Job ofrece su defensa final a Dios. Comienza recordando cómo era su vida antes de sufrir. Job disfrutaba de una relación especial con Dios (Job 29:4-5). La generosidad de Job satisfacía las necesidades de los pobres y vulnerables (Job 29:12). Job espera que su vida sea larga y honorable (Job 29:18). Job incluso se compara con un rey valiente, que gobierna con justicia (Job 29:24-25).
Pero a Job se le ha despojado de todo. Todo honor social ha sido sustituido por la vergüenza. Los miserables se aprovechan y se burlan de su mala fortuna (Job 30:10, 13). El terror y las tinieblas ahuyentan su buen nombre y le perjudican (Job 30:15, 17). En todo esto, Dios permanece en silencio (Job 30:20). Job siente que Dios ha sido cruel (Job 30:21); que ha unido fuerzas con el terror y las tinieblas para convertir su vida en una tormenta caótica y arremolinada (Job 30:22).
Job no da más. Quiere que Dios afirme su inocencia o lo mate como a un hombre culpable. Como consecuencia, Job firma con su nombre un juramento de inocencia y se lo presenta a Dios (Job 31:35). Es una larga lista de todo lo que no ha hecho mal.
Nunca sedujo a una mujer (Job 31:9). Nunca mintió (Job 31:5). Nunca abandonó la justicia (Job 31:13). Nunca dejó de ser generoso con los pobres (Job 31:16). No se le puede acusar de avaricia (Job 31:24). Job está tan seguro de su inocencia, que incluso detalla cuáles deberían ser sus propios castigos (Job 31:22).
Job supone que si ha dicho mentiras y Dios está prestando atención, le dará muerte por haber jurado en falso. Pero si Dios está prestando atención y no responde, Job debe de ser inocente; su sufrimiento debe de ser injusto.
Como lectores, ya sabemos que Job es inocente desde el primer capítulo (Job 1:9). Así que Job se ha inventado un escenario en el que lo único que Dios puede hacer es no decir nada. Pero si Dios guarda silencio, la acusación de Job de que Dios es injusto e incluso cruel por permitir que Job sufra queda sin resolver.
¿Dónde está el Evangelio?
Al igual que Job, nos resulta difícil, si no imposible, dar sentido a nuestro sufrimiento cuando somos inocentes sin cuestionar el carácter de Dios. Y como sabemos que no siempre se puede culpar a la víctima por el sufrimiento, parece como si la única opción que nos quedara fuera cuestionar el carácter de Dios. Nuestras experiencias de vergüenza inmerecida, enfermedad crónica, rechazo injusto y sufrimiento siendo inocentes parecen una buena prueba de que Dios es cruel.
Pero pronto, Dios reprenderá a Job por esta acusación (Job 40:8). Dios le dirá a Job que, sencillamente, no tiene suficiente conocimiento ni poder para hacer ese tipo de juicios, y nosotros tampoco (y hablaremos de ello pronto).
Pero lo que sí tenemos, que Job no tenía, es el carácter de Dios mostrado en Jesús.
La vida de Jesús estuvo marcada por su compasión hacia los desvalidos (Mateo 9:36), su atención a los que sufrían crónicamente (Juan 9:6; Marcos 3:5) y su preocupación por los oprimidos (Marcos 5:15). Jesús (el carácter de Dios hecho carne) no es cruel.
Y lo que es más significativo, Dios, en Jesús, sufre inocentemente en la cruz para que termine el sufrimiento de su pueblo (Isaías 53:4-5). El sufrimiento de Dios en Jesús revela que Dios no es cruel.
Ten en cuenta que Dios nunca le dice a Job por qué sufrió. Eso se debe a que el libro de Job nos dirige a confiar en Dios más de lo que intenta satisfacer nuestro profundo deseo de respuestas. Y aunque eso es frustrante, también es nuestra buena noticia.
Nuestras circunstancias no son la medida del amor de Dios por nosotros; Jesús lo es.
No, no sabemos por qué sufrimos. Pero sí sabemos que los sentimientos de Dios hacia nosotros no cambian cuando cambia nuestro nivel de dolor. Nunca tendremos que cuestionar la compasión de Dios hacia nosotros, porque esa pregunta ha quedado permanentemente respondida por la cruz de Jesús.
Compruébalo tú mismo
Que el Espíritu Santo abra tus ojos para que veas al Dios que cuida de los que sufren. Y para que veas en Jesús una medida mayor del amor de Dios por ti, mayor que tu sufrimiento.