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Las plagas
En Éxodo 7-10, vemos que Jesús hizo milagros mayores que las plagas, pero todavía tenemos el corazón endurecido. El mayor milagro de todos es cómo el Cristo resucitado ablanda nuestros corazones para hacernos creer.
¿Qué está pasando?
Dios ha prometido que seguirá liberando a su pueblo de Egipto mediante grandes actos de juicio.
Estas son las plagas: una serie de actos poderosos y milagrosos que devastan la economía, la infraestructura, el liderazgo y el pueblo egipcios (Éxodo 7:4).
Las plagas no son solo un castigo directo contra la maldad egipcia, sino una declaración contra los falsos dioses de Egipto. Egipto tenía muchos dioses que supuestamente tenían el poder sobre diferentes partes de su mundo: el río, el sol, las cosechas, el ganado y más.
Así que cada vez que Dios convertía el río en sangre o el sol en tinieblas, cada vez que cortaba cultivos con langostas o devastaba el ganado con enfermedades, estaba mostrando a todas las personas que no hay nadie más grande que el Dios de Israel (Éxodo 7:5).
Pero a lo largo de todos estos juicios milagrosos, el faraón no se mueve.
Sigue negándose a ver a Dios como el poder detrás de estas plagas. Racionaliza, hace trueques y miente, pero nunca se arrepiente y deja ir a Israel (Éxodo 9:7 b).
¿Por qué? Nos dicen que es porque su corazón está duro. Por mucho que pudiera ver la gloria y el poder de Dios en las plagas, su corazón permaneció inalterable (Éxodo 7:3-4).
¿Dónde está el Evangelio?
Esta es también nuestra historia. No importa cuántas veces Dios revele su gloria, justicia y poder al mundo, todavía tenemos un corazón endurecido y tendemos a la incredulidad y la desobediencia.
En el Evangelio de Jesús, Dios vence a cada dios falso, a cada religión hecha por el hombre y a cada infraestructura política que intente reclamar un poder o una verdad aparte de él.
Él ha librado al reino demoníaco de su poder de condenar al morir en la cruz por nuestros pecados (Colosenses 2:15). Al resucitar de entre los muertos, ha autenticado la fe en él como la única religión verdadera (Hechos 17:31). Y ha demostrado ser más poderoso que cualquier régimen mundano al ascender al cielo y sentarse en el trono más alto (Efesios 1:20).
La poderosa señal de la muerte y resurrección de Jesús es más prueba del poder y la singularidad de Dios que todas las plagas juntas.
Sin embargo, al igual que las plagas de Egipto, las personas miran a Jesús y su cruz y encuentran mil explicaciones diferentes de lo que es y por qué no les importa (1 Corintios 1:23).
La única diferencia entre los que miran la cruz y no ven nada que valga la pena y los que miran la cruz y ven a Jesús soportando el castigo que merecíamos, es que Dios, en su gracia, suaviza los corazones endurecidos. Si no fuera por eso, siempre seríamos Faraón y nunca Moisés. Siempre seríamos Egipto y nunca Israel.
Compruébelo usted mismo
Que el Espíritu Santo te dé ojos para ver al Dios que ablanda los corazones para que no acabemos como el Faraón. Y Jesús como el que hizo todo lo posible para soportar tus plagas, cambiar tu corazón e impulsarte a arrepentirte y a seguirlo.