Éxodo 25-27

¿Qué está pasando?

Moisés está hablando con Dios en el monte. Sinaí cuando recibe los planos de una estructura móvil llamada tabernáculo. Esta es la tienda en la que Dios moraría con su pueblo en su viaje desde el monte Sinaí a la tierra prometida (Éxodo 26:1).

Dios siempre ha querido vivir con su pueblo. Para eso estaba el Jardín del Edén. Y ahora, en el tabernáculo, Dios está dando el primer paso gigantesco para restaurar la presencia que tuvo con la humanidad en el Edén.

Básicamente, las instrucciones sobre cómo construir esta carpa comienzan en el centro y van avanzando. El propiciatorio en el lugar santísimo es la parte central del tabernáculo. Podemos considerarlo como el trono de un rey (Éxodo 25:22). Aquí es donde Dios aparecía y se reunía con su pueblo, como se encontró con Moisés en la montaña.

Luego está el pan de la presencia que representa a las 12 tribus de Israel (Éxodo 25:23). Enfrente está el candelabro dorado que brilla continuamente sobre el pan (Éxodo 25:31). Esto debía ser un testimonio constante del hecho de que la presencia de Dios está con su pueblo.

Fuera de la tienda, en el atrio exterior del tabernáculo, hay un altar (Éxodo 27:1). El altar es el lugar donde se hacían los sacrificios. Esto revela que las personas no pueden simplemente acercarse a Dios tal como son. Su pecado debe ser tratado a través del sacrificio.

Todo en el tabernáculo está separado por cortinas. Cuanto más densos y ornamentados se vuelven, más se acerca uno a la santa presencia de Dios (Éxodo 26:31). Este hecho nos muestra que cuanto más se acercan las personas a Dios, más protección se necesita. La estructura del tabernáculo transmite un mensaje contundente: Dios es santo. Él es apartado, glorioso y perfecto.

¿Dónde está el Evangelio?

Eso es lo que hace que la venida de Jesús a la tierra sea tan magnífica. Jesús es el último tabernáculo porque es la tienda en la que Dios habita plenamente en la carne (Juan 1:14).

Pero Jesús no solo llena el tabernáculo en sí, sino cada parte del tabernáculo. Él es el verdadero lugar santísimo porque es la presencia real de Dios (Colosenses 1:19). Jesús es el pan de vida que está presente para su pueblo (Juan 6:35). Él es la luz del mundo que brilla sobre ellos eternamente con su protección (Juan 8:12). Él es el sacrificio final en el altar que nos permite entrar en el lugar santo de Dios (Hebreos 10:12).

Además, a la muerte de Jesús, la cortina que cubría el lugar santísimo se abrió para mostrar que ya no hay separación de Dios y de su pueblo. Todos los que pertenecen a Jesús se han convertido en pequeños tabernáculos en los que él habita por medio del Espíritu Santo (1 Corintios 3:16). Y con el tiempo, Jesús regresará y transformará el mundo entero en su nuevo tabernáculo (Apocalipsis 21:3). Porque él morará en él con nosotros para siempre.

Compruébelo usted mismo

Rezo para que el Espíritu Santo les dé ojos para ver al Dios que es un santo inaccesible, pero que aún quiere morar con su pueblo. Y que veas a Jesús como el que abrió el camino para que este buen Dios viviera con nosotros y en nosotros para siempre.