Éxodo 32-34

¿Qué está pasando?

Moisés todavía está en el monte Sinaí cuando su tiempo con Dios se interrumpe.

Los israelitas de abajo han hecho un ídolo (Éxodo 32:4). El ídolo desempeñó muchas funciones para la gente.

Era una representación más apetecible de la imagen de Dios que la gran nube atronadora de la montaña.

También pensaron que este ídolo podría representarlos ante el gran Dios de la montaña, ya que Moisés había estado ausente durante tanto tiempo.

Es posible que incluso hayan pensado que este dios adicional los habría hecho más exitosos en las batallas militares que pronto librarían.

Dios le dice a Moisés que va a castigar a los que hicieron esto (Éxodo 32:10). Moisés intercede, pero cuando ve por sí mismo la idolatría, ordena que maten a todos los que participaron (Éxodo 32:27).

Moisés vuelve a subir la montaña y ofrece su propia vida en nombre del resto de Israel. Pero Dios dice que castigará a todos los que adoraran al ídolo, y lo hace poco después con una plaga (Éxodo 32:35).

Moisés le ruega a Dios que habite en el tabernáculo y los lleve a la tierra prometida tal como lo había planeado (Éxodo 33:15). A diferencia de los idólatras que se conformaban con una imagen hecha por el hombre, Moisés no quería nada más que a Dios mismo. Sorprendentemente, Dios está de acuerdo.

Luego Moisés hace la audaz solicitud de ver la gloria de Dios (Éxodo 33:18). Y, de nuevo, Dios dice que sí. Dios le mostraría a Moisés toda su bondad. Pero Moisés no podía ver el rostro de Dios. Porque si miraba la gloria de Dios, en toda su plenitud, moriría. Así que Dios coloca a Moisés detrás de una roca con una pequeña grieta y hace que su gloria pase de largo.

Este encuentro hace que el rostro de Moisés brille con la gloria de Dios (Éxodo 34:29 b). A diferencia del ídolo, que intentaba ser la imagen de Dios y brillar con oro, cuando Moisés vio la verdadera imagen de Dios, se hizo como él y brilló con la verdadera gloria de Dios.

¿Dónde está el Evangelio?

La razón principal por la que Israel no quería hacer ídolos de Dios es porque solo podía haber una verdadera representación visible de Yahvé: la persona de Jesús.

Y Jesús hace todo lo que Israel quería que hiciera este falso dios. Jesús intercede por nosotros, nos muestra la imagen de Dios y nos guía a las promesas de Dios.

Jesús también nos precede como Moisés trató de ir ante Dios. Moisés pidió que Dios lo borrara como sustituto de los que pecaron. Pero Dios no lo permitiría. Sorprendentemente, lo que Dios no le haría a Moisés se lo hace a sí mismo en la persona de Jesús.

Jesús también es mejor intercesor que Moisés. Moisés no logró salvar a los idólatras de la ira de Dios ni de la suya propia. Sin embargo, Jesús se lleva la ira que merecíamos y, en lugar de enojarse con nosotros por nuestro pecado, no nos muestra nada más que amor (Romanos 5:8).

Jesús no habita en una tienda de campaña, ni detrás de una roca, ni a través de un mensajero como un ángel; es la presencia misma de Dios (Hebreos 1:3). ¿Qué tan sorprendente es que esta gloria que nos mataría si la viéramos, se hiciera carne y, en cambio, fuera asesinada por nosotros?

Y ahora, gracias a Jesús, podemos ver lo que vio Moisés: la luz del rostro de Jesús. Y cuando hacemos esto, cambiamos como cambió el rostro de Moisés (2 Corintios 3:18). Cuanto más miramos el Evangelio de Jesús, más nos transformamos a imagen de Dios.

Compruébelo usted mismo

Que el Espíritu Santo te dé ojos para ver al Dios que está presente con las personas que no lo merecen, y a Jesús como el intercesor final que hace posible esa presencia.