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Sé santo como yo soy santo
En Levítico 19-20, vemos que Jesús llevó a cabo la santa ley de Dios a la perfección porque él mismo es el Dios santo.
¿Qué está pasando?
Dios está enseñando a su pueblo cómo vivir en su presencia. Dado que Dios está apartado o es santo, Israel debe ser santo para morar con él.
Apropiadamente, entonces, esta sección comienza y termina con una frase famosa e importante: «Sed santos como yo, el Señor, soy santo» (Levítico 19:2).
Entre esta frase repetida hay leyes que desglosan los Diez Mandamientos. Las leyes muestran a Israel cómo ser santo.
Si Israel no fuera santo, la santidad de Dios lo borraría (Levítico 19:8).
Es por eso que los pecados como el asesinato, la bestialidad y el sacrificio de niños se castigan con la muerte (Levítico 20:9). Al llevar a cabo estos castigos, Israel representaría el juicio de Dios y preservaría su comunión con Dios.
Cuando Dios les dice que sean santos como yo soy santo, no solo les está diciendo cómo comportarse, sino que les está diciendo cómo es él.
Cuando Dios dice que debemos cuidar a los pobres, aprendemos que Dios ayuda a los necesitados (Levítico 19:10).
Cuando Dios dice que no debemos mentir, aprendemos que Dios siempre cumple sus promesas (Levítico 19:11).
Cuando Dios dice que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, aprendemos que Dios ama con amor perfecto (Levítico 19:18).
¿Dónde está el Evangelio?
Hay, pues, dos elementos aquí: lo que Dios manda y quién es Dios. Estos dos elementos se combinan perfectamente en Jesús.
Nos mostró quién es Dios al guardar perfectamente los mandamientos de Dios. Era perfectamente santo como Dios es santo.
Es por eso que Pablo pudo escribir sobre Jesús: «Él es la imagen del Dios invisible» (Colosenses 1:15).
Lo que debería asombrarnos es que este ser perfectamente santo murió (2 Corintios 5:21). Él era el único al que se le permitiría estar en la presencia de Dios solo por ser quien es. Sin embargo, lo echaron fuera de las puertas de la ciudad, donde se le ordenó a Israel que llevara a los que infringieran la ley y los matara (Hebreos 13:12).
Pero debido a que el que guardó perfectamente la ley, también asumió perfectamente sus castigos en nuestro nombre, no tenemos que ser expulsados de la santidad de Dios.
Lo más sorprendente es que Jesús realmente nos hace santos como Dios es santo (Hebreos 10:10). Ahora tenemos el derecho, a través de Jesús, de tener una estrecha comunión con Dios.
La santidad no es solo un estado o un título declarado sobre los cristianos. También es una condición vivida. Hemos sido santificados. Eso significa que cuando Jesús nos transforma en la santidad de Dios, en realidad empezamos a guardar la ley que antes no podíamos cumplir.
Empezamos a amar a las personas como nunca antes las podríamos amar (Juan 13:34). Empezamos a reflejar el carácter de Dios como lo hizo Jesús cuando estaba vivo. Jesús nos hace santos para que podamos mostrar el carácter de Dios al mundo.
Compruébelo usted mismo
Rezo para que el Espíritu Santo les dé ojos para ver al Dios que es perfectamente santo y bueno. Y que veas a Jesús como el único ser perfecto que, sin embargo, murió como un culpable para convertirnos en personas santas en un mundo profano.