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Sangre y sexo
En Levítico 17-18, vemos por qué Jesús ordenó que se bebiera su sangre a pesar de que Levítico lo prohíbe.
¿Qué está pasando?
Aquí tenemos nuestra primera sección de leyes en Levítico que habla principalmente sobre la sangre y el matrimonio.
Dos órdenes resumen esta discusión sobre la sangre. En primer lugar, la gente solo podía hacer sacrificios en el tabernáculo ante Dios (Levítico 17:3-4). Solo Dios merece adoración y sacrificio, no los dioses falsos que encontrarían en la Tierra Prometida.
En segundo lugar, a la gente se le prohibió comer un animal cuya sangre no se drenara adecuadamente (Levítico 17:10). No debían comer sangre.
Esto se debe a que la vida está en la sangre y la sangre se usa para hacer expiación. Pertenece a Dios.
Además, los contemporáneos de Israel pensaban que beber sangre les daba más vitalidad y poder. Así que beber la sangre de un buey te haría fuerte como un buey. Pero Dios quería que su pueblo supiera que solo él le da vida y poder a su pueblo.
La segunda sección trata sobre la sexualidad. Aquí vemos que Dios se preocupa por el matrimonio, las mujeres, los niños y la forma en que manejamos nuestros cuerpos.
Pero el punto principal de estos mandamientos es distinguir a Israel de las otras naciones que practican todo tipo de inmoralidad sexual (Levítico 18:3). Dios quiere que Israel sea fiel en sus relaciones, porque Dios es fiel en las suyas. La fidelidad conyugal es una imagen de la fidelidad del pacto de Dios con su pueblo.
¿Dónde está el Evangelio?
Ambas leyes sobre la sangre y el matrimonio se llevan a nuevos niveles a través de las enseñanzas de Jesús.
En el Evangelio de Juan, Jesús ordenó a las personas que bebieran su sangre para obtener la vida eterna (Juan 6:56). Jesús les decía a las personas que hicieran algo que Dios les había dicho explícitamente que no hicieran. ¿Por qué haría esto?
Jesús les estaba diciendo a las personas presentes que debían confiar en él como sus antepasados depositaron su confianza en los sacrificios que se ofrecían en el altar.
La vida está en la sangre. Y la sangre de Jesús no solo paga nuestra deuda de muerte, sino que también nos da vida a quienes deberíamos haber muerto.
En la fe, cuando bebemos su sangre realmente obtenemos su poder. Recibimos el mismo poder que resucitó a Jesús de entre los muertos: el Espíritu Santo (Romanos 8:11).
Si las relaciones de Israel entre sí iban a ser una imagen de Dios y su pueblo, el matrimonio actual entre un esposo y una esposa debe ser una imagen aún mayor de Jesús y su iglesia (Efesios 5:32).
En los Evangelios, Jesús se llama a sí mismo nuestro esposo o novio (Mateo 9:15). Jesús es el esposo verdadero y fiel de cualquiera que deposite su confianza en él. Por lo tanto, debemos amar a nuestro cónyuge, serle fieles y dar la vida por él como una imagen exterior al mundo de lo que Jesús ha hecho por nosotros.
Compruébelo usted mismo
Rezo para que el Espíritu Santo les muestre al Dios que expía con sangre y es fiel a su pueblo. Y que veas a Jesús como quien nos da su propia sangre para dar vida eterna a su novia eterna.