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La traición, el arresto y la sentencia de Jesús
En Juan 18, Jesús nos muestra que está decidido a salvar a su pueblo. Ninguna falsa acusación o sufrimiento impedirá que Jesús muera por quienes lo aman.
¿Qué está pasando?
Después de un largo ministerio que presagió lo que Jesús tendría que hacer para rescatar a su pueblo, finalmente llega el momento de Jesús. Una muchedumbre arresta a Jesús y lo lleva para que sea juzgado y sentenciado por el Sumo Sacerdote y Pilato, el gobernador romano.
En su arresto, juicio y sentencia, Jesús demuestra que es mucho más de lo que la gente espera. Es más que un revolucionario; es el verdadero rey. Es más que un predicador deshonesto; es el que proclama la llegada del Reino de la Verdad. No es simplemente «Jesús de Nazaret»; es Dios mismo, el gran YO SOY.
Una multitud de soldados se enfrenta a Jesús en el huerto de Getsemaní y le pregunta si es Jesús. Responde con una frase que Juan ha usado seis veces en su relato del Evangelio: «Yo soy». Juan nos dice que el peso de esas palabras, pronunciadas por séptima vez por Aquel que creó el mundo en siete días, hace que la multitud se arrodilla ante el Creador (Juan 18:5-6). Jesús, Dios mismo, tiene toda la autoridad y está a punto de dejarla toda para salvar a los pecadores.
Jesús llega a la casa del Sumo Sacerdote para ser interrogado (Juan 18:12-13). Casi de inmediato, Pedro niega haber conocido a Jesús (Juan 18:17). Pero mientras Pedro miente, Jesús dice la verdad. No se retracta de nada de lo que dijo durante su ministerio e incluso desafía al Sumo Sacerdote a que presente testigos (Juan 18:21). Decididos a matarlo, los judíos llevan a Jesús a la casa de Pilato para que lo sentencien (Juan 18:28). Jesús es condenado a muerte por afirmar la verdad sobre su identidad, mientras que Pedro niega haber conocido a Jesús dos veces más.
Pilatos no es estúpido. Sabe que el sanedrín tiene un ángulo. Los judíos consideran a Jesús una amenaza para el poder romano, lo cual es extraño. Los judíos no suelen ayudar a Roma a resolver sus problemas. Así que Pilato le pregunta a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?» y «¿Qué has hecho?» (Juan 18:33)
Jesús explica que él es el Rey de la Verdad y que su verdad libera a las personas (Juan 18:37). Pilato rechaza que haya otra verdad que no sea el poder y la conveniencia política (Juan 18:38). Su argumento queda demostrado cuando ofrece a los judíos la posibilidad de elegir entre liberar a Barrabas, una amenaza conocida para Roma, y a Jesús, cuyo reino no es de este mundo. Si los judíos están realmente preocupados por Roma, liberarán a Jesús. Pero si todo gira en torno a la política y el poder, liberarán a Barrabás. Muestran su mano y eligen a Barrabás (Juan 18:40).
Tanto los judíos como Pilato eligen el poder por encima de la verdad de que Jesús es el Rey. Por ahora, el poder triunfa sobre la verdad.
¿Dónde está el Evangelio?
El arresto, el juicio y la sentencia de Jesús son buenas noticias porque nos muestran a un Salvador que no se desvía ante el tráfico que se aproxima. Jesús es decidido. Él salvará. Protegerá a su pueblo.
Al ser confrontado en el jardín, Jesús podría haber corrido y haber permitido que arrestaran a sus discípulos. Pero en vez de eso, les dice a los soldados que dejen ir a sus discípulos (Juan 18:8). Él les brinda seguridad física, pero también comienza el proceso de mantenerlos eternamente a salvo de los principados y poderes. Jesús pudo haber mentido como Pedro y haber escapado de su juicio. Pero da testimonio de la verdad que solo él salva, aunque esa verdad le cueste la vida. Y todo esto sucederá porque, como Jesús le dijo a Nicodemo, «es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado» en una cruz (Juan 3:14).
Jesús demuestra mediante su arresto, juicio y sentencia que creer en la verdad de la vida eterna vale la pena sufrir. Pero Jesús no solo cree en esta verdad, sino que murió para hacerla realidad. Jesús no se inmutó ante el peso de una falsa acusación. Se erigió como el Rey de la Verdad y entregó su vida para que aquellos que lo esperan tengan vida eterna.
Compruébelo usted mismo
Que el Espíritu Santo te dé ojos para ver al Dios que es la Verdad. Y que veas a Jesús que vivió para dar testimonio de la verdad para que podamos conocer la verdad que nos hace libres.