Juan 1:1-34

¿Qué está pasando?

El Evangelio de Juan comienza con las palabras: «En el principio» (Juan 1:1). Estas palabras deberían recordarnos al Génesis, donde Dios creó el mundo con sus palabras (Génesis 1:1). Juan nos dice que las palabras de Dios son tan poderosas, tan concretas, que son más que sonidos; la Palabra de Dios es una persona.

Esta Palabra estaba con Dios y es Dios. Así como Dios dio luz a las tinieblas, Dios vuelve a dar luz a un mundo oscuro, su nombre es Jesús (Juan 1:5). Y aunque esperamos que la Luz y la Palabra de Dios sean evidentes cuando aparezca, la mayoría de las personas no ven la Luz ni escuchan la voz de Dios.

Así que Dios envía a un hombre llamado Juan para preparar a su pueblo para que entiendan que Jesús es la palabra hecha carne. Juan era humilde y nunca llamaba la atención sobre sí mismo (Juan 1:20). En cambio, definió su ministerio con las palabras de Isaías 40:3, «Yo soy la voz del que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor» (Juan 1:23).

Juan era conocido por su práctica de bautizar a las personas como señal de arrepentimiento y renovación. Comprendió que esta práctica profética solo apuntaba hacia una mayor renovación que traería Jesús (Juan 1:33). El bautismo de Juan era un símbolo de limpieza interna, pero Jesús traería una verdadera renovación al abrir los ojos a su luz y los oídos a su palabra.

Y cuando Juan finalmente ve a Jesús, declara que es el Cordero de Dios (Juan 1:29). Era su manera de decir que Jesús eliminaría las tinieblas de nuestro pecado y nos daría la luz de la vida mediante su muerte sacrificial. Mientras el mundo estaba ciego ante lo que estaba sucediendo frente a ellos, Juan vio y testificó que Jesús era el Hijo de Dios (Juan 1:34).

¿Dónde está el Evangelio?

Una de las afirmaciones más impactantes del cristianismo es que Dios se hace humano. Si bien algunos dioses de las mitologías antiguas toman la forma de un ser humano, Jesús es la palabra misma de Dios y la vida misma. Algunos ven esto como una blasfemia, mientras que otros lo encuentran confuso: ¿cómo puede alguien ser completamente humano y completamente Dios?

Pero Juan el Bautista reconoció lo que nadie más vio. Cuando la luz y la vida se convierten en carne y hueso, tenemos una verdadera esperanza de liberarnos del dominio de las tinieblas y del silencio de la muerte.

Esto se debe a que la luz no se puede sacrificar. Las palabras por sí solas no pueden eliminar las dolorosas consecuencias de nuestros pecados. La única manera de eliminar nuestros pecados es si la Palabra puede sangrar, si la Luz puede desaparecer y la Vida puede morir. Y Dios, al ver un mundo amenazado por la oscuridad y la muerte, se envió a morir como el Cordero de la Pascua y a garantizar la luz y la vida para todas las personas.

Compruébelo usted mismo

Rezo para que el Espíritu Santo abra tus ojos para ver al Dios que crea todas las cosas por su poderosa Palabra. Y que veas a Jesús como la Palabra creadora que se hizo carne para ser el cordero de Dios para nosotros.