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Hombres, mujeres y liderazgo
En 1 Timoteo 2-3, vemos que en Jesús, en última instancia, no hay fuerza del mal, división o poder político que pueda derrocar a una iglesia gobernada por hombres y mujeres de carácter que oran, aprenden humildemente y hacen el bien.
¿Qué está pasando?
El apóstol Pablo llama a la Iglesia “la casa de Dios” (1 Timoteo 3:15). Y, como la mayoría de los hogares bajo el dominio de los romanos, las casas que están bajo el dominio de Dios tienen tanto hombres como mujeres, así como líderes y esclavos. Pero un grupo de maestros divisivos disputó el orden dentro de la Iglesia de Dios y esto amenazó la unidad del hogar de Dios (1 Timoteo 1:3).
Muchos habían comenzado a resentir a sus gobernadores romanos (1 Timoteo 2:1-2a). Pero Pablo dice que, para que la casa de Dios crezca en paz, los seguidores de Jesús deben orar por aquellos que los gobiernan (1 Timoteo 2:2b-4). Jesús murió por todas las personas (1 Timoteo 2:5). Y su sangre hace posible que judíos y gentiles, ricos y pobres, esclavos y gobernadores entren en la casa de Dios (1 Timoteo 2:6). La familia de Dios debe dedicarse a la paz y la unidad, no a la insurrección o la división.
Así, en vez de que los hombres levanten los puños en resentimiento por su situación política o social, se les dice que levanten las manos en oración (1 Timoteo 2:8). Y las mujeres, en lugar de vestirse con ropa cara y alienar a los pobres, deben vestirse de manera piadosa y con buenas obras (1 Timoteo 2:9-10).
Pablo también advierte que cierto grupo de mujeres de la iglesia de Timoteo está al borde de repetir lo que sucedió en el Jardín del Edén. Del mismo modo que Eva fue influenciada por el falso maestro Satanás, estas mujeres han sido influenciadas por nuevos falsos maestros (1 Timoteo 2:14). Y al igual que Eva enseñó a Adán a comer del fruto, estas mujeres enseñan a otros a abandonar las reglas de la casa de Dios. Pablo dice que las mujeres no deben hacer esto. Del mismo modo que Dios creó a Adán primero, Dios hizo de Timoteo un maestro en su iglesia (1 Timoteo 2:13). Estas mujeres están dividiendo la casa de Dios, subvirtiendo la autoridad de Timoteo y de los otros hombres líderes (1 Timoteo 2:12). En cambio, estas mujeres deben aprender humildemente lo que Dios dice en las Escrituras de sus líderes (1 Timoteo 2:11). En lugar de resentir esto, estas mujeres deben recordar que las mujeres también son parte de la historia de la salvación. Y, a través de la maternidad y el nacimiento del Niño Jesús, todas las personas —tanto hombres como mujeres— son salvos (1 Timoteo 2:15).
Pablo pasa a hablar de los requisitos de dos tipos de líderes en la casa de Dios: los obispos y los diáconos. La forma en que dirigen y atienden sus propios hogares es lo que los califica para dirigir y atender la casa de Dios (1 Timoteo 3:4-5,12). A diferencia de los maestros divisivos, estos líderes no deben enseñar lo que es falso. Con una conciencia limpia, deben saber y enseñar la verdad (1 Timoteo 3:2, 9). Estos líderes deben ser irreprochables (1 Timoteo 3:2, 8, 11) y contar con el buen testimonio de los de afuera de la iglesia (1 Timoteo 3:7, 10).
¿Dónde está el evangelio?
Jesús ha unido a hombres y mujeres, gentiles y judíos, gobernantes y esclavos en un nuevo tipo de hogar. Y la manera en que los miembros de la casa de Dios se traten entre sí es como el mundo conocerá a Jesús (1 Timoteo 3:16). Los hombres que dejan a un lado el resentimiento y se ponen en oración lograrán que los gobiernos hagan la paz. Las mujeres que dejan de lado las pretensiones de poder y hacen buenas obras crearán una familia en la que no se descuida a los pobres. Los líderes piadosos que enseñan la verdad tendrán la atención no solo de sus vecinos sino de las naciones. La resurrección de Jesús les da el poder de salvar al mundo a los miembros de la casa de Dios. Y, en última instancia, no hay ninguna fuerza del mal, división o poder político que pueda derrocar a una iglesia gobernada por hombres y mujeres de carácter que oran, aprenden humildemente y hacen el bien, porque han sido colmados del poder de resurrección de Jesús.
En su muerte, Jesús redefine el poder como un servicio humilde. Y es una buena noticia que ni derrocar el poder imperial ni usurpar a los líderes del hogar de Dios es el camino de Jesús. El camino de Jesús significa que los indefensos, los que oran y los humildes son los que ganan. Jesús oró por los romanos que lo crucificaron (Lucas 23:34). Jesús se convirtió en esclavo y ahora gobierna el universo (Filipenses 2:8-9). Dios deshizo la muerte a través de la humildad y la oración de Jesús. Y la Iglesia de Dios nunca caerá siempre que los hombres y mujeres humildes y de carácter hagan lo mismo. Así que, al igual que Pablo alienta a la iglesia de Timoteo, oremos.
Compruébalo tú mismo
Que el Espíritu Santo abra tus ojos para que veas al Dios que estableció una Iglesia unida por medio de su Hijo. Y que veas a Jesús como aquel que nos da poder y nos anima a buscar la unidad y enseñar la verdad.