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El peor de los pecadores
En 1 Timoteo 1, vemos que Jesús es increíblemente paciente con la humanidad.
¿Qué está pasando?
El apóstol Pablo escribe a Timoteo, su protegido. Pero un grupo de malinformados y agresivos maestros amenaza a la iglesia de Timoteo (1 Timoteo 1:3).
Estos maestros afirman ser expertos en la ley hebrea (1 Timoteo 1:7). Describen con abundantes detalles y debaten sobre los secretos ocultos en las genealogías de la ley (1 Timoteo 1:4), presumiblemente para centrarse en las partes de la Biblia que los hacen sentirse menos culpables. Pero la ley se escribió para los culpables, los transgresores y los rebeldes (1 Timoteo 1:8-10). Y la ley apuntaba hacia la buena noticia de que la culpa podía quitarse cuando se confiaba a otro (1 Timoteo 1:9-11). Jesús no murió por las personas buenas, sino por los pecadores. El objetivo del ministerio de Timoteo es ayudar con paciencia a que estos llamados expertos verdaderamente amen y vivan los mandamientos de Dios porque pueden confiar su culpa a Jesús (1 Timoteo 1:5-7).
Pablo le recuerda a Timoteo que él solía ser igual que estos falsos maestros. Pablo también malinterpretó las leyes de Dios, fue un blasfemo agresivo e incluso asesinó a quienes no estaban de acuerdo con él (1 Timoteo 1:13). Pero Dios le mostró misericordia a Pablo porque Jesús no vino a salvar a las personas buenas (1 Timoteo 1:14). Jesús vino a salvar a los pecadores, y Pablo era un peor pecador que aquellos a los que Timoteo estaba confrontando (1 Timoteo 1:15).
Pablo dice que es un ejemplo en vida de la buena noticia de que Dios es paciente con los mal informados, los que dividen y los que son violentos (1 Timoteo 1:16). Aunque los falsos maestros con los que Timoteo está lidiando son peligrosos y deben evitarse, Pablo también sabe que la paciencia significa que incluso el peor pecador puede aprender a amar y seguir a Jesús de nuevo (1 Timoteo 1:20). Entonces, como Dios, Timoteo debe ser paciente. Debe aferrarse a su fe en Jesús, perseverar en su amor por las leyes de Dios y predicar constantemente que Jesús puede salvar y efectivamente salva a los pecadores (1 Timoteo 1:19).
¿Dónde está el evangelio?
Los falsos maestros preferían centrarse en las partes de la Biblia que los hacían sentir menos culpables. Disfrutaban debatir sobre detalles de las genealogías. Les gustaba discutir sobre mitos antiguos. Y, al igual que Pablo, usaron sus Biblias para justificar su violencia y su agresividad, en vez de permitir que sus Biblias pusieran en duda su comportamiento. Irónicamente, al evitar su culpa se perdieron la buena noticia. Dios es increíblemente paciente incluso con las peores personas.
Cuando Dios se da a sí mismo un nombre en las Escrituras, dice que es compasivo, clemente, lento para la ira y abundante en su amor inalterable (Éxodo 34:6). No hay necesidad de ocultar nuestra culpa ante este tipo de Dios paciente, en especial cuando Dios soportó pacientemente miles de años de rebelión humana, solo para enviarse a sí mismo a morir en vez de juzgar a su pueblo demasiado pronto (Juan 12:47). No tenemos que ocultar nuestro pecado. No tenemos que evitar nuestra culpa. Podemos confiar nuestra culpa a Jesús. Es paciente con todos los que vienen a él. Y cancela la condenación, la culpa y la vergüenza que tememos (Romanos 8:1).
No necesitas fingir que eres bueno. Las personas buenas no necesitan a Jesús. Y la buena noticia es que Jesús es infinitamente paciente incluso con los más descarriados.
Compruébalo tú mismo
Oro para que el Espíritu Santo abra tus ojos y veas al Dios que es infinitamente paciente. Y que veas a Jesús como aquel en quien podemos confiar para que recupere incluso a los peores pecadores.