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Un desafío para madurar
En 1 Tesalonicenses 4-5, vemos que Jesús es quien nos hará santos. Él es quien nos dará poder. Y él es quien nos ayudará a soportar lo inimaginable.
¿Qué está pasando?
El apóstol Pablo desafía a los tesalonicenses a crecer en piedad y madurez espiritual en sus relaciones con el sexo, el amor, el trabajo y la muerte (1 Tesalonicenses 4:1-2). Pablo comienza abordando su relación con el sexo. La cultura de los tesalonicenses valoraba la gratificación sexual inmediata y se hizo de la vista gorda con quienes se aprovechaban de las mujeres, los hombres de menor estatus social y los niños (1 Tesalonicenses 4:3-6). Pero Dios creó el sexo para que fuera una demostración y celebración de la generosidad y el poder creativo de Dios en el matrimonio. Por lo que Pablo advierte que quienes valoran su liberación sexual por encima de las intenciones de Dios se están rebelando contra su Creador (1 Tesalonicenses 4:7-8). En cambio, todas sus relaciones deberían estar marcadas por una creciente similitud entre sus acciones y la intención de su Creador.
Un área en la que los tesalonicenses no necesitan mejorar es su disposición a amar a los demás. Son bien conocidos en toda la región por su disposición amorosa entre sí, por lo que Pablo les dice que sigan haciendo lo que están haciendo (1 Tesalonicenses 4:9).
Pablo luego les dice a los tesalonicenses que sean más maduros en sus vidas laborales. Algunas personas de Tesalónica se aprovecharon de los integrantes más adinerados de su iglesia y dependían de ellos con demasiada frecuencia para que pagaran sus facturas. Pablo les dice que todos los creyentes deben tener la ambición de trabajar duro y ser financieramente independientes para que puedan ser generosos con los demás y ganarse el respeto de quienes no forman parte de la iglesia (1 Tesalonicenses 4:9-12).
Por último, Pablo aborda la relación de los tesalonicenses con la muerte. Pablo no quiere que pasen un luto sin esperanzas cuando sus amigos mueren a causa de la persecución. Les recuerda que Jesús murió y resucitó. Cualquiera que muera por Jesús sin duda resucitará por Jesús (1 Tesalonicenses 4:13-15). Y un día cercano, Jesús vendrá de nuevo y los fieles vivos y los fieles difuntos se unirán a Jesús en su desfile de la victoria. Los muertos no se han ido para siempre, sino que esperan unirse a los vivos el día en que Jesús se establezca como Rey en la Tierra para siempre (1 Tesalonicenses 4:16-18). Tal vez sus perseguidores ahora se regodeen por sus victorias, pero caerán (1 Tesalonicenses 5:1-3). Los tesalonicenses no deberían vivir ansiosos por el creciente poder de sus enemigos, sino con la esperanza de que pronto serán derrotados. Jesús aseguró su vindicación y salvación cuando resucitó de entre los muertos (1 Tesalonicenses 5:4-9). Y todos sus seres queridos que han muerto pronto resucitarán, al igual que su Salvador, y vivirán con ellos y con Dios para siempre (1 Tesalonicenses 5:10-11).
Pablo concluye con numerosas exhortaciones y una oración. Pero Pablo no ora para que los tesalonicenses tengan la determinación o el valor de hacer todo lo que les ha pedido. Más bien, le pide a Dios que haga el trabajo. Le pide a Dios que haga que los tesalonicenses maduren en personas cada vez más piadosas y que puedan soportar el sufrimiento con esperanza (1 Tesalonicenses 5:23-24).
¿Dónde está el evangelio?
En la breve carta de Pablo, nos dice cómo madurar espiritualmente en cuatro de nuestras experiencias humanas más comunes: el sexo, el amor, el trabajo y la muerte. Pablo también nos da varias motivaciones para buscar esa madurez, que van desde obedecer a nuestro Creador hasta la esperanza de la resurrección.
Es difícil volverse más piadosos en un entorno cultural o político que nos perseguiría. Es fácil preguntarnos con frecuencia si somos lo suficientemente fuertes para resistir ante la presión. Nos preguntamos si seguiríamos siendo fieles si lo que estuviera en juego fuera mayor. Nos preguntamos si tendríamos lo que se necesita para morir por nuestras creencias. Pero Pablo termina su carta recordándonos que nuestra fidelidad, nuestra madurez espiritual y nuestra devoción no dependen de nuestra determinación sino de la fidelidad de Dios. Él es el que nos hará santos. Él es el que nos dará poder. Y él es quien nos ayudará a soportar lo inimaginable (1 Tesalonicenses 5:23-24). Jesús siempre será más fiel a nosotros que nosotros a él. Así que, en vez de preguntarnos ansiosamente si tenemos lo que se necesita, siempre podemos pedirle que nos madure y fortalezca, y él lo hará.
Compruébalo tú mismo
Oro para que el Espíritu Santo abra tus ojos y veas al Dios que hace que su pueblo madure. Y que veas a Jesús como aquel que murió y resucitó para darte madurez y fuerza.