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Una iglesia con solo tres semanas de escuela bíblica
En 1 Tesalonicenses 1-3, vemos que la creencia de que Jesús sufrió por nosotros nos dio el poder de sufrir por Jesús.
¿Qué está pasando?
Pablo y Silas, su compañero de trabajo, comenzaron una iglesia en Tesalónica. Sin embargo, después de solo tres semanas, un grupo de violentos líderes de la religión judía los expulsó de la ciudad. Rápidamente, estos líderes comenzaron a perseguir a aquellos que fueron convencidos por el mensaje de Pablo de que hay otro rey además de César, a saber, Jesús (Hechos 17:1-10; 1 Tesalonicenses 2:17-3:11). En respuesta, Pablo envía una carta. En ella, dedica la mayor parte de los párrafos iniciales a dar gracias a Dios por estos nuevos creyentes y por todo lo que Dios ha hecho por ellos (1 Tesalonicenses 1:2-3). Recuerda cómo aceptaron con entusiasmo su mensaje sobre Jesús y siguieron con alegría el ejemplo de Jesús al soportar la considerable persecución que de esto resultó (1 Tesalonicenses 1:4-6). Incluso habían circulado noticias por todo el Mediterráneo respecto a la fidelidad de los tesalonicenses a Dios y su rechazo de la idolatría de Tesalónica. Pablo les dice que sigan sufriendo mientras esperan a que Jesús los rescate de sus perseguidores (1 Tesalonicenses 1:7-10).
Parte de la persecución de los tesalonicenses fue una campaña de desprestigio contra Pablo y Silas. Acusados de ser codiciosos predicadores callejeros que abandonan a sus discípulos cuando las cosas se ponen difíciles, Pablo les recuerda a los tesalonicenses que han soportado mucho sufrimiento por ellos. Antes de llegar a Tesalónica, habían estado en una cárcel de Filipos por predicar sobre Jesús, y siguieron enseñando en Tesalónica a pesar de la oposición y los disturbios que los seguían (1 Tesalonicenses 2:1-2). No usaron ningún truco ni manipulación para procurar su comodidad; en vez de ello, al igual que Jesús les enseñó a esperarlo, su ministerio había sido uno de sufrimiento (1 Tesalonicenses 2:3-6). Lejos de ser codiciosos predicadores callejeros, eran para ellos como madres y padres abnegados (1 Tesalonicenses 2:7-12). Los tesalonicenses no han sido engañados, sino que han discernido que el mensaje que escucharon vino directamente de Dios. Se unieron a la creciente pero sufrida familia espiritual de Jesús (1 Tesalonicenses 2:13-15). Y como están sufriendo al igual que Jesús sufrió, pueden estar seguros de que Dios les dará poder y fuerza hasta el día en que Dios trate con sus enemigos y vindique a su familia perseguida (1 Tesalonicenses 2:16).
¿Dónde está el evangelio?
Solo unas semanas después de escuchar la buena noticia de la muerte y resurrección de Jesús, los tesalonicenses se convirtieron en modelos de la fe en todo el Mediterráneo. No es de extrañar que Pablo pase la mayor parte de la carta orando y alabando a Dios por su fidelidad.
Pero los tesalonicenses no son supercristianos. No tienen más agallas o determinación que la mayoría. Pablo dice que la razón de su notable habilidad de soportar el sufrimiento y llevar vidas piadosas es porque recibieron la buena noticia de Jesús como un mensaje que vino directamente de Dios (1 Tesalonicenses 2:13). Cuando aceptaron la muerte y resurrección de Jesús en su lugar, esa buena noticia se convirtió en una fuerza activa en sus vidas. Su creencia de que Jesús sufrió por ellos les dio el poder de sufrir por Jesús. En otro lugar, Pablo habla de que la Palabra de Dios es “viva y activa” y de cómo mirar a Jesús transforma a aquellos que creen en su mensaje (2 Timoteo 3:16; 2 Corintios 3:18). Los tesalonicenses son la prueba viviente de que Jesús da poder a su pueblo para soportar la persecución y madurar en su fe.
Nuestras tentaciones y persecuciones no han disminuido desde los días de Pablo, pero tampoco lo ha hecho el poder transformador de la buena noticia de la Palabra de Dios. Si se te dificulta permanecer fiel y te esfuerzas por vivir una vida piadosa, pero no lo has logrado del todo, tanto Pablo como los tesalonicenses te dirían: “Mira a Jesús resucitado”. En la muerte y resurrección de Jesús, hay poder y esperanza. En lugar de meditar en tus fallas, medita en lo que Jesús ha hecho y observa cómo Dios mismo te fortalece y te transforma a través de su Palabra, y del poder de Jesús.
Compruébalo tú mismo
Oro para que el Espíritu Santo abra tus ojos para que veas al Dios que transforma a su pueblo a través del sufrimiento. Y que puedas ver a Jesús claramente para que te transformes en una persona que sabe sufrir y que un día vivirá para siempre.