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Dios no aflige desde su corazón
En Lamentaciones 3, vemos que el sufrimiento y la resurrección de Jesús muestran que el amor de Dios exige que rescate a los culpables a los que aflige.
¿Qué está sucediendo?
El libro de Lamentaciones es una serie de cinco poemas acrósticos anónimos que lamentan la invasión de Babilonia y la destrucción de Israel. Lamentaciones 3 es el poema central, y en el centro de este poema central, el autor nos da la razón de su esperanza, incluso en pleno juicio de Dios. Dios no está enojado. Dios es amor (Lamentaciones 3:32-33).
Pero primero, el autor describe la destrucción de Jerusalén en términos de su propia experiencia personal. Desde su perspectiva, Dios ha sido un pastor cruel. Dios ha convertido su vara de protección en un arma (Lamentaciones 3:1). Los huesos del autor están quebrados, y su piel envejecida (Lamentaciones 3:4). Como un carcelero, Dios lo ha encadenado en una celda de la que no puede escapar y desde la cual nadie puede escuchar sus gritos (Lamentaciones 3:7-9). Como un depredador, Dios lo ha acechado y destrozado (Lamentaciones 3:10-12). Dios ha desgarrado sus órganos vitales (Lamentaciones 3:13). Ya sin fuerzas, cualquier esperanza que el autor alguna vez tuvo ha muerto (Lamentaciones 3:18). Los recuerdos de Israel son amargura bajo el juicio de Dios (Lamentaciones 3:19). Pero la experiencia de Israel con Dios no siempre ha sido amarga. El autor recuerda la bondad pasada de Dios. Adrede menciona viejos recuerdos del amor duradero de Dios, de sus misericordias diarias y de su gran fidelidad junto a las descripciones de su sufrimiento (Lamentaciones 3:22-23).
Dios no aflige a los culpables por gusto. Independientemente de cuánto haya pecado Israel, el autor sabe que Dios no rechazaría a su pueblo para siempre; estaría fuera de su carácter (Lamentaciones 3:31). Dios no usará el pecado de Israel como una excusa para alejarse. Dios únicamente inflige dolor si debe hacerlo, pero su compasión y su amor son ilimitados (Lamentaciones 3:32). En lo más profundo de su corazón, Dios no está enojado. Dios es amor (Lamentaciones 3:33).
El autor sabe que Israel es culpable. El autor sabe que se ha rebelado contra Dios. El autor mira alrededor, a su ciudad en ruinas, y sabe que el perdón de Dios todavía no se ha manifestado (Lamentaciones 3:42). Los babilonios actualmente son victoriosos (Lamentaciones 3:45-46). Pero en el pasado, Dios escuchó sus oraciones, asumió su causa y lo rescató de sus enemigos (Lamentaciones 3:55, 58). Con toda confianza, le pide a Dios que vuelva a hacer lo mismo. Le pide a Dios que vea los males que Babilonia le hace. Le pide a Dios que escuche los insultos que tiene que soportar. Y le pide a Dios que le haga a Babilonia lo que Babilonia le ha hecho a Israel (Lamentaciones 3:64).
¿Dónde está el Evangelio?
A menudo pensamos que Dios se aleja cuando pecamos. Creemos que no tenemos el derecho de quejarnos de nuestro sufrimiento porque estamos recibiendo lo que merecemos. Creemos que el distanciamiento de Dios está justificado. Después de todo, ¿no es así como responderíamos a una pareja, cónyuge o ser querido que nos traicionare igual a como Israel traicionó a Dios?
Pero los versículos centrales de este poema central nos dicen que Dios no usa nuestro pecado como una excusa para alejarse. No, a diferencia de nosotros, Dios no abandona a su traidor (Lamentaciones 3:31). A diferencia de nosotros, la compasión de Dios es mucho mayor que su ira (Lamentaciones 3:32; Éxodo 34:7). Ni el castigo ni el juicio provienen del corazón de Dios (Lamentaciones 3:33). Su corazón está lleno de fidelidad, misericordia y amor duradero. El mejor indicador del corazón de Dios por su pueblo no es su juicio actual, sino su anterior fidelidad. Dios es consistente. Es por eso que el autor cree que Dios pronto tomará su causa y lo rescatará nuevamente. El amor de Dios lo obliga a rescatar incluso a los culpables a los que aflige.
Y al igual que Israel, así fue con Jesús. En la cruz, Jesús se hizo tan culpable como nosotros (2 Corintios 5:21). Pero Dios asumió la causa de Jesús y lo rescató de la muerte (Hechos 2:24). La fidelidad de Dios para con su propio carácter no exige rechazo, sino resurrección. Y ahora, la cruz y la tumba vacía de Jesús son nuevos recuerdos para el pueblo de Dios. Cuando todo lo que podemos recordar o ver a nuestro alrededor es muerte, sufrimiento y dolor; cuando Dios parece ser un cruel pastor que nos lleva al valle de la muerte o como un depredador que nos caza por los pecados que hemos cometido, podemos recordar la muerte y la resurrección de Jesús. Podemos recordar que Dios rescata a los culpables a los que aflige. Al igual que nuestro pecado, nuestro sufrimiento terminará. Por lo tanto, tenemos la esperanza de que Dios no nos aflige desde su corazón, sino que siempre trae nuevas misericordias a quienes le claman.
Compruébalo tú mismo
Que el Espíritu Santo abra tus ojos para que veas al Dios cuyo amor le exige rescatar a los culpables a los que aflige. Y que veas a Jesús como aquel que asume nuestra causa y nos rescata de nuestro pecado y sufrimiento.