Josué 3-4

¿Qué está pasando?

A lo largo de estos primeros capítulos, Josué es comparado con Moisés. Al igual que Moisés, se le llama siervo del Señor. Envía espías a la tierra de Canaán y da órdenes a los líderes de las tribus de Israel (Josué 2:1, 8, 10). Se nos dice que Josué tiene el mismo «espíritu de sabiduría» que tenía Moisés (Deuteronomio 34:9). Incluso el día en que Josué lleva a Israel a cruzar el Jordán corresponde al mismo día en que Moisés sacó a Israel de Egipto (Josué 4:19). Pero Josué no se limitó a hacer lo que hizo Moisés, sino que fue adonde Moisés no pudo. A Moisés se le prohibió entrar en Canaán por su desobediencia, pero a Josué se le da permiso para conquistarla (Josué 1:9).

Hasta este punto, Israel conocía a Josué como el asistente de Moisés y un estratega talentoso. Pero no estaba claro si él debía ser el próximo hombre en dirigir al pueblo de Dios. Así que Dios demuestra que Josué es su siervo elegido cuando divide el río Jordán para él, tal como dividió el Mar Rojo para Moisés (Josué 3:7-8).

Josué les dice a los sacerdotes que lleven el arca del pacto al río. Tan pronto como sus plantas tocan el agua, ésta se separa y el ejército de Israel cruza tierra firme (Josué 3:17). Israel está asombrado. Josué es claramente el sucesor elegido por Dios (Josué 4:14).

Luego, Josué ordena a los 12 líderes tribales de Israel que recojan cada uno una piedra del medio del Jordán y construyan un monumento al poder de Dios (Josué 4:7). Se supone que las generaciones futuras deben mirar las piedras y recordar esta nueva historia del Éxodo (Josué 4:22). Pero las piedras también son una señal para todas las naciones de Israel de que Dios está con su pueblo y hay que temerle (Josué 4:24).

¿Dónde está el Evangelio?

Todas estas conexiones entre Moisés y Josué son importantes porque también son conexiones con Jesús.

Está perdido en nuestra Biblia en inglés, pero el nombre hebreo de Jesús es Josué. Jesús es literalmente un nuevo Josué que nos lleva a su Tierra Prometida y establece el Reino de Dios con su muerte. Y así como Josué obedeció a Dios y entró en el río Jordán, Jesús también entró en el Jordán como señal de obediencia (Mateo 3:15).

Pero en vez de que el río se separe, el cielo se abre (Marcos 1:10). Y el Espíritu Santo descansa sobre Jesús como una paloma, de la misma manera en que el espíritu de sabiduría llenó a Josué. Entonces, Dios reconoce a Jesús no solo como un siervo elegido sino como su Hijo elegido (Mateo 3:17).

Al igual que Israel, estamos al borde de un reino y buscamos un nuevo líder. Del mismo modo que Israel admiró a Josué cuando el Jordán se separó, nosotros debemos asombrarnos de Jesús cuando leamos cómo Dios dividió los cielos.

Israel tenía una larga historia de esclavitud, vagabundeo y exilio. Pero Dios usó a líderes como Moisés y Josué para liberarlos y darles un hogar.

Estamos tan esclavizados y vagabundos como lo fue Israel. Estamos esclavizados por el pecado y la muerte. Nos encontramos en países, culturas y familias en los que no nos sentimos como en casa. El día en que nos asombramos de Jesús como el Hijo elegido de Dios es el día en que entramos en un nuevo Reino. Es un reino que no se caracteriza por el abuso y la esclavitud de nuestro pasado, sino por el poder arrollador de la voz de Dios y la esperanza arrolladora en el Hijo de Dios.

Jesús es nuestro nuevo Josué y está listo para llevarnos a su Reino.

Compruébelo usted mismo

Que el Espíritu Santo abra tus ojos para ver al Dios que libera y establece reinos. Y que veas a Jesús como el Hijo elegido que nos guía a nuestra libertad.