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Humildad como Jesús
En Filipenses 2:1-13, vemos que Jesús se hizo como nosotros para poder invitarnos a la unidad con Dios. Su camino de humildad lleva a su exaltación y a nuestra alegría.
¿Qué está pasando?
El Apóstol Pablo quiere que la iglesia de Filipos experimente la alegría que él tiene en Jesús. Pero la división en la iglesia está amenazando esa alegría. Los conflictos han generado división y caos en Filipos. Muchos se consideran a sí mismos más importantes que otros, y buscan sus propios intereses ante todo. Las luchas internas, los chismes y las calumnias ahora son comunes (Filipenses 2:3-4, 14). Pablo advierte, que si estos conflictos continúan, cambiarán a Jesús por discordia, amargura y angustia.
Para combatir esta división, Pablo los alienta a estar unidos en su búsqueda de llegar a ser como Jesús (Filipenses 2:1). Él los llama a estar tan enfocados en Jesús que tengan una sola mente, un solo corazón y una sola devoción hacia él (Filipenses 2:2). Jesús es el ejemplo perfecto de cómo relacionarse unos con otros (Filipenses 2:5). Pablo les recuerda que Jesús es igual a Dios mismo (Filipenses 2:6). Y luego, en humildad, deja atrás su poder y se niega a hacer uso de su igualdad con Dios y se hace humano (Filipenses 2:7). Jesús no se separa de los demás, ni usa su poder para procurar sus propios intereses. Más bien, vive y muere para unir a las personas con Dios y entre sí.
Pablo dice que Jesús se convirtió en un siervo para lograr esta meta. Él obedeció la orden de morir en una cruz para nuestro beneficio (Filipenses 2:8). Ahora estamos unidos a Dios por su sacrificio, y ligados unos a otros por su sangre. Si este es el camino de Jesús, sus seguidores también deben apartar toda división y servir humildemente unos a otros. Pablo alienta a los filipenses a trabajar duro para hacer de esto una realidad, ya que Dios trabaja en ellos para su gozo (Filipenses 2:12-13).
¿Dónde está el Evangelio?
En el Jardín, la serpiente tentó a Adán y Eva con la expectativa de llegar a ser iguales a Dios (Génesis 3:5). Sin embargo, lo que obtuvieron fue división, corrupción y caos. Mientras buscaban la alegría, Adán y Eva se separaron de Dios y de los demás. Desde el comienzo de la Biblia, la humanidad ha sido tentada a servirse a sí misma. Buscar nuestros propios intereses, perseguir la ambición egoísta, exigir que otros nos sirvan: es casi una práctica natural para nosotros.
Pero donde nuestra rebelión trae división, Jesús trae unidad. Él ya tenía igualdad con Dios. Y, sin embargo, eligió acercarse a nosotros y entrar en un mundo lleno de hostilidad. Se hizo carne y hueso para compartir nuestra humanidad (Hebreos 2:14). Jesús se hizo uno con nosotros, para que pudiera invitarnos a la unidad con Dios y ser nuestro ejemplo de cómo estar unidos unos con otros. A través de su muerte y resurrección, repara nuestra relación con Dios y con los demás.
Nadie se ha humillado como Jesús. En el amor, Jesús lo deja todo a un lado para traernos alegría. Y ahora Jesús está entronizado junto a Dios por su humildad y por cómo se rebajó a sí mismo (Filipenses 2:9). Debido a que estuvo dispuesto a convertirse en nada, toda la creación se inclinará ante su poder y autoridad (Filipenses 2:10-11). El camino a la alegría no es pisotearnos unos a otros y exigir lo que creemos que merecemos. La alegría se encuentra al abrazar el camino de Jesús, dejar de lado la división y convertirse en un siervo (Mateo 20:26-28).
Compruébalo tú mismo
Ruego para que el Espíritu Santo abra tus ojos para que veas al Dios que se rebajó para convertirse en nada con el propósito de rescatarnos. Y que veas a Jesús como el que es exaltado por su humildad.